El absurdo de votar al «mal menor».

Acostumbrados a vivir en una falsa realidad llena de incoherencias, en nuestra sociedad española hay aún un gran número de personas dispuestas a votar en las próximas elecciones en un ejercicio de desesperación, o mejor, de desesperanza, considerando su voto una apuesta en favor del mal menor.

Este es el tono anímico del pobre elector que no tiene expectativas de obtener un beneficio directo mediante alguna prebenda prometida. El caso es que en esa masa electoral del mal menor hay votantes tanto de los partidos que dicen estar a la derecha como de los que dicen estar a la izquierda, de tal manera que no podemos encontrar a priori el mal menor de un modo seguro; o lo que es lo mismo, una de las dos facciones necesariamente debe estar votando al mal mayor. Lo que pone de manifiesto un absurdo.

Otra cuestión que debería provocar perplejidad es que nadie puede medir la dimensión del mal que están votando, ya que hablar de «mayor» o «menor» son términos relativos, en este caso, al Mal, de modo que lo que en principio puede parecer una posición moral, en rigor, podría ser una posición estrictamente criminal. ¿Creen que exagero?

En un magnífico ensayo de Hannah Arendt titulado Responsabilidad personal bajo una dictadura, esta autora refiriéndose al «mal menor» hace la siguiente afirmación:

Políticamente hablando, la debilidad del argumento ha sido siempre que quienes escogen el mal menor olvidan con gran rapidez que están escogiendo el mal. Como el mal del Tercer Reich acabó siendo tan monstruoso que ningún esfuerzo de la imaginación podía autorizar a llamarlo «mal menor», una podría pensar que esta vez el argumento debería haberse derrumbado para siempre, lo que, sorprendentemente, no es el caso. Más aún, si nos fijamos en las técnicas del gobierno totalitario, resulta obvio que el argumento del «mal menor» —lejos de ser esgrimido desde fuera por quienes no pertenecen a la élite rectora— es uno de los mecanismos que forman parte intrínseca de la maquinaria del terror y la criminalidad. La aceptación del mal menor se utiliza conscientemente para condicionar a los funcionarios del gobierno así como a la población en general para que acepten el mal como tal.

Por poner un ejemplo: el exterminio de los judíos fue precedido de una serie muy gradual de medidas antijudías, cada una de las cuales fue aceptada con el argumento de que negarse a cooperar pondría las cosas peor, hasta que se alcanzó un estadio en que no podría haber sucedido ya nada peor. El hecho de que en esa última fase no se abandonara aquella argumentación y de que ésta sobreviva aún hoy cuando su carácter falaz se ha hecho tan palmariamente obvio, resulta sorprendente.

Vemos aquí hasta qué punto la mente humana es reacia a afrontar las realidades que de un modo u otro contradicen su marco de referencia. Por desgracia, parece que es mucho más fácil condicionar el comportamiento humano y hacer que la gente se conduzca de la manera más inesperada y atroz, que convencer a todo el mundo para que aprenda de la experiencia…

Conviene recordar que Hitler llegó al poder con la Constitución de Weimar. ¿Siguen pensando que exagero?

En los últimos días ha aparecido un cliché del consenso constitucional del 78, que consiste en señalar una situación determinada como legal pero inmoral. En este caso ha sido en relación a las listas de Bildu, pero lo cierto es que este horror de nuestro sistema de gobierno da pie a que, cada vez con más frecuencia, la sociedad choque con una regulación jurídica enajenada, o mejor dicho, ajena a los intereses de los españoles y complaciente con los partidos políticos aspirantes o detentadores del poder.

Atentos: un Estado en el que lo inmoral sirve al legislador para aspirar o retener el poder político está señalando qué tipo de sistema de gobierno es y quién sufrirá las consecuencias de su inmoralidad. Una inmoralidad que no tendrá ningún poder limitador, ya que no hay separación de poderes. Por lo tanto, la única actitud moral y liberadora frente a esta oligarquía de partidos estatales es la abstención activa a la vez que se reclama un periodo de Libertad Constituyente.

El que vota en este sistema de gobierno oligárquico, no está obedeciéndolo, está apoyándolo. En palabras de Mary McCarthy a su amiga Hannah Arendt para descubrir la falacia del mal menor: «Si alguien te apunta con un arma y dice: “Mata a tu amigo o te mataré”, te está tentando, eso es todo.»

Cincinnatus.

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