La lealtad en la acción política.

Creo que uno de los aspectos más difíciles de describir en la acción política es el principio de lealtad. La lealtad es un factor esencial en el éxito de la conquista de la Libertad política. Sin embargo, su definición, su concreción, son de enorme complejidad en una sociedad como la española, la cual actualmente vive sometida a la decadente cultura de la oligarquía de partidos estatales, cuya única vocación es el poder político, precisamente, mantenido mediante la eliminación de la Libertad política. No hay mayor deslealtad a la nación.

Como sabemos, la única revolución triunfal es aquella que logra liberarse de su régimen opresor para posteriormente conquistar la Libertad política de su pueblo; una Libertad política que solo podrá preservar mediante la debida separación de poderes y la representación política. Para ello es imprescindible la acción leal de cada uno de nosotros hacia nuestros compañeros repúblicos y nuestra sociedad. Debemos crear ese tejido germinal en la sociedad española que sirva de alma máter a futuros compañeros de camino que ya empiezan a ser muchos.

Así sucedió en la América de las colonias británicas con anterioridad a la Revolución, y así lo señala Hanna Arendt, explicando que:

La acción había conducido a la formación de poder y que el poder se conservó gracias a los entonces recién descubiertos instrumentos de las promesas y el pacto. La fuerza de este poder, engendrado por la acción y conservado por las promesas, se puso en primer plano, para sorpresa de las grandes potencias, cuando las colonias, es decir, los municipios y provincias, los condados y ciudades, pese a las enormes diferencias que les separaban, ganaron la guerra contra Inglaterra. Esta victoria solo constituye una sorpresa para el Viejo Mundo; los propios colonos, con ciento cincuenta años de pactos tras ellos, nacidos en un país estructurado de arriba abajo —desde las provincias o Estados hasta las ciudades, distritos, villas y condados— en corporaciones debidamente constituidas, cada una de las cuales formaba en sí misma una comunidad, con representantes elegidos libremente por el consentimiento de amigos y vecinos amistosos, cada una de ellas, además, concebida para la multiplicación en cuanto descansaba sobre las promesas mutuas de hombres que habían convivido, los cuales, cuando se congregaron para constituir un Estado público o comunidad, habían hecho planes no solo para sus sucesores, sino también para todos los que puedan unírseles en el futuro, estos hombres que, debido a la fuerza ininterrumpida de su tradición, dieron su último adiós a Britania, sabían cuáles eran sus posibilidades desde el comienzo; conocían el enorme potencial que puede reunirse cuando los hombres mutuamente se hacen promesa de sus vidas, sus fortunas y su honor.

En este texto que transcribo podemos ver la enorme importancia que tiene en la acción política el principio de lealtad. Sin él nunca habrá una auténtica revolución: a lo sumo aparecerá un nuevo caudillaje, o una nueva oligarquía, ya que la sociedad no habrá entendido la importancia de su implicación en esta acción. Debemos crear esas comunidades vecinales que señala Arendt a través de la confianza que da la convivencia personal y el trato amistoso.

Es nuestra responsabilidad propagar el principio de lealtad en la acción política con el ejemplo.

Cincinnatus.

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