Marcha Abstencionaria: crónica del 10 de junio de 2022.

La marcha abstencionaria continúa sin cesar, abriendo inusitadas sendas de Libertad.

Lo noble y nuevo canta canciones que nadie haya cantado,

Alberga pensamientos que nadie haya concebido,

Camina por senderos que nadie haya transitado.

P. Yogananda.

Comenzamos a andar a las 19:30 y de inmediato la gente por la calle empezó a vitorearnos, a gritar que todos los políticos son iguales, y que se deberían ir todos a tomar viento (no escribo lo que realmente escuchamos por decoro). Comprobamos de manera directa que la gente está muy harta (pero que muy harta) de toda la clase política. Este rechazo latente nunca lo vamos a ver en los medios de comunicación del sistema; hay que mezclarse en el pueblo para sentirlo.

Una señora nos dijo: ¿Votar pa’ qué? Dicen que van a hacer un ambulatorio, y luego todo es mentira. Cuando pasan las elecciones pasan de nosotros y nada más roban. ¡Anda ya!

A ello respondimos que votar sólo sirve para que el mismo sistema siga, y que al pueblo no beneficia en nada votar. Al contrario, sólo beneficia a los políticos que vivien del pueblo y de nuestro dinero.

Los coches al pasar pitaban con señas de apoyo, y absolutamente todo el mundo nos miraba con curiosidad y extrañeza. No dejamos a nadie indiferente. ¡Nunca habían visto nada igual! Muchas personas decían «Yo tampoco voto», mientras que otras decían escandalizadas «¡Hay que votar!». Con éstas nos parábamos a charlar, para que expusiesen sus razones.

Tras unas palabras amables y cordiales con estas personas, la mayoría reconocía que hay que votar a la (inserte izquierda/derecha) porque da miedo a que gane otro mucho peor que el que hay. Es curioso que los autodenominados de izquierdas o derechas sostenían el mismo argumento al respecto del otro: que recíprocamente se daban miedo.

¡Aquí pasa algo que no es normal!

Esto es señal evidente de que la «izquierda» y la «derecha» no existen en este sistema partidocrático, donde ambas facetas son pardas como los gatos en la noche. Objetivamente, las dos al final vienen a ser el mismo engaño, irreales, porque varían según el punto de vista de la persona que lo vea. Para unos, los buenos son los de la diestra, y para otros, los buenos están a la siniestra. Objetivamente, fuera de las opiniones, ello sólo demuestra una cosa: que los dos mienten y que no hay ninguno bueno.

Hay entonces que preguntarse, ¿por qué no salir de ese bucle absurdo que nos lleva 40 años sumidos en el mismo agujero? ¿Por qué no nos hacemos otro tipo de preguntas, al margen de los dilemas impuestos y atávicos?

Evolucionemos con preguntas como:

  1. En lugar de votar por miedo, ¿es posible un sistema yo donde pueda controlar al que gane, le haya votado o no?
  2. ¿Podría alguna vez votar por convicción y seguridad de que gane quien gane no la va a liar, en lugar de votar por miedo a que venga la malvada (inserte: ultraderecha/ultraizquierda)?

Y la más importante pregunta: ¿nos daremos cuenta, de una vez por todas, que el verdadero poder lo tiene el pueblo? ¿Por qué seguir tragando con un sistema donde da miedo el que gane, en lugar de crear desde cero un sistema donde controlemos en todo momento al que gane y no tengamos miedo?

Por el cambio de paradigma, ¡marchemos!

Por sendas nunca recorridas, ¡marchemos!

Contra las opiniones de siempre, ¡marchemos!

Por la Libertad Colectiva, ¡unámonos!

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