Domingos de Acción Constituyente: 8 de mayo de 2022.
Sí, yo he votado. Siendo menor de edad ya deseaba ese momento en el que el contador de la vida marcaba el número 18 para que pudiese meter mi papelito en la urna, tal y como hacían los mayores. Y, por supuesto, poder votar al partido que creía que lo hacía mejor, el que además siempre se había votado en mi casa y fastidiar al otro. Una especie de querer que pierda el Barça para que el Real Madrid salga beneficiado.
Con el contador de la vida al 18, llegaron mis primeras elecciones: las elecciones municipales del 24 de mayo de 2015. Metí mi papeleta con un chute dopamina inconmensurable, una sensación de recompensa brutal: he podido votar y ahora tengo voz para marcar mi devenir.
Pasaron más y más elecciones: las elecciones generales de 2015, 2016, 2019 y 2019 (sí, 2019 por partida doble), las elecciones autonómicas andaluzas de 2018, las elecciones municipales de 2019 y elecciones al Parlamento Europeo de 2019. Voté hasta en las europeas, sin tener ni idea de lo que era el Parlamento Europeo. En realidad no tenía ni idea de nada.
He votado hasta a 3 colores diferentes y ahora me doy cuenta de que habría dado igual si hubiera votado con una venda puesta para elegir el color o no. Una sensación crecía en mí, conforme pasaban mis primeros años de elector (votador más bien): los políticos hacen lo que quieren con nosotros, salen casos de corrupción semanales y realizan promesas que luego no cumplen, es decir, nos engañan.
Esa sensación hacía que en varias de mis últimas elecciones pensase el mes de antes: «¡Buah, no voy a votar a nadie, es que no se lo merecen!». Pero a ese pensamiento le plantaban cara otras cuantas vocecillas: «Como no votes van a ganar los otros», «Tienes que ser responsable, no seas como esos tiraos que no votan». Hasta llegaba a asociar a la gente que no votaba con gente que se drogaba, borrachos o anarquistas peligrosos. Una marabunta de pensamientos irracionales que quizás han podido estar alimentadas por: ¿medios de comunicación?, ¿mensajes políticos y propaganda?, ¿educación en los colegios? … Y al final acababa votando.
Decidí opositar y, por ello, tuve que estudiarme la Constitución Española de 1978 de pe’ a pa’. Y es que creo que si no hubiese opositado y no hubiese estudiado la Carta Magna jamás habría entendido que no vivimos en una democracia. En esos meses descubrí cómo se elegía al Presidente del Gobierno, la prohibición del mandato imperativo, los partidos políticos como única herramienta de pluralismo político, cómo se elige al Consejo General del Poder Judicial, quién elige al Fiscal General del Estado o cómo se elige al Tribunal Constitucional, entre muchas cosas.
Gracias a eso pude entender a la gente que hablaba de que en España no hay democracia. La primera vez que lo escuché me chocó por completo: «A ver qué dice este, parece interesante». Decidí seguir viendo videos sobre democracia y finalmente me enteré de que existía una asociación, la Junta Democrática de España (JDE), que denunciaba la falta de representación y separación de poderes, los dos requisitos básicos para que exista democracia. A los pocos meses me asocié a la JDE. Al año decidí salir a las calles a reivindicar la ausencia de democracia en España.
Quién me iba a decir a mí, 1 año o 2 antes, que yo iba a estar en la calle con mis compañeros Joana, Javi, Carmen y Mario, hablando con la gente sobre la democracia e informándoles de que existe una asociación que la persigue.
Para concluir, quiero decir dos cosas:
1.- Recomiendo encarecidamente que todo el mundo se estudie la llamada Constitución (no es tan difícil).
2.- Votar es un derecho, pero no un deber. No votar es una opinión que tiene el mismo o más valor que votar. No hay que sentirse responsable por no votar.
Y, a modo de reflexión, quiero añadir: si hace un par de años la asociación no existía y ahora somos más de 14.000 asociados, y si hace un par de años no sabía yo ni lo que era el Tribunal Constitucional y ahora intento hablar con la gente sobre democracia en la calle: ¿dónde está nuestro límite tanto individual como colectivo? ¿Qué puede ocurrir dentro de otro par de años? No nos lo podemos ni imaginar.