Todos los caminos conducen a Roma.

A estas alturas, defender nuestro decadente Sistema político, como aún hacen la inmensa mayoría de políticos y periodistas españoles, es un acto de vulgar cinismo que desplaza la cuestión a un terreno moral, además del ideológico y del propio de la ciencia política.

Así, aquellos que nos encontramos defendiendo la verdad a toda costa, estamos abocados también al terreno de la moralidad, lo que nos lleva a encontrar un aliado histórico, que en su defensa de la verdad transformó el mundo. Me refiero a Jesús de Nazaret.

Leyendo la obra de Benedicto XVI, titulada Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, quiero detenerme en el denominado Proceso de Jesús ante Pilato, del que deliberadamente extraeré únicamente aquellos pasajes y comentarios a los que este Papa le concede relevancia política, ya que en esos comentarios encuentro enormes similitudes con nuestro presente.

Veamos, Jesús es llevado por el Sanedrín ante el Gobernador de Roma para que sea juzgado por blasfemo. La acusación venía de las autoridades del templo, y en presencia de Pilato, éste le pregunta: ¿Conque tú eres rey?, y Jesús responde: Tú lo dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.

No obstante, Benedicto destaca que Jesús igualmente afirmó ante Pilato que su reino no era de este mundo, por lo que para este último sería una señal de que no era una amenaza para el ordenamiento romano, ya que ese reino no es violento y además no dispone de una legión.

Más adelante añade el Papa lo siguiente: A lo largo del interrogatorio Pilato introduce otro término proveniente de su mundo y que normalmente está relacionado con el vocablo «reinado»: el poder, la autoridad (exousía). El dominio requiere un poder, más aún, lo define. Jesús, sin embargo, caracteriza la esencia de su reinado como el testimonio de la verdad. Pero la verdad, ¿es acaso una categoría política? O bien, ¿acaso el «reino» de Jesús nada tiene que ver con la política? Entonces ¿a qué orden pertenece? Si Jesús basa su concepto de reinado y de reino en la verdad como categoría fundamental, resulta muy comprensible que el pragmático Pilato preguntara: «¿Qué es la verdad?» (18,38).

Y continúa apuntando Benedicto: Es la cuestión que se plantea también en la doctrina moderna del Estado: ¿Puede asumir la política la verdad como categoría para su estructura? ¿O debe dejar la verdad, como dimensión inaccesible, a la subjetividad y tratar más bien de lograr establecer la paz y la justicia con los instrumentos disponibles en el ámbito del poder?

Pero, por otro lado, ¿qué ocurre si la verdad no cuenta nada? ¿Qué justicia será entonces posible? ¿No debe haber quizá criterios comunes que garanticen verdaderamente la justicia para todos, criterios fuera del alcance de las opiniones cambiantes y de las concentraciones de poder? ¿No es cierto que las grandes dictaduras han vivido a causa de la mentira ideológica y que sólo la verdad ha podido llevar a la liberación? (…)

(…) Entonces, ¿qué es la verdad? ¿La podemos reconocer? ¿Puede entrar a formar parte como criterio en nuestro pensar y querer, tanto en la vida del individuo como en la de la comunidad?

Y más adelante, Benedicto XVI hace esta tremenda afirmación: En este sentido, la verdad es el verdadero «Rey» que da a todas las cosas su luz y su grandeza. Podemos decir también que dar testimonio de la verdad significa hacer legible la creación y accesible su verdad a partir de Dios, de la Razón creadora, para que dicha verdad pueda ser la medida y el criterio de orientación en el mundo del hombre; y que se haga presente también a los grandes y poderosos el poder de la verdad, el derecho común, el derecho de la verdad.

Para el Papa Benedicto, Pilato dictaría la pena de muerte de Jesús por miedo a disgustar a su emperador, lo que podría perjudicarle personalmente, pero, además, podía provocar otros trastornos y desórdenes provocados por la aristocracia judía o por los seguidores de Barrabás. Por el contrario, los seguidores de Jesús, en el proceso permanecieron escondidos o negaron tener algo que ver con él por miedo.

Y concluye el Papa Benedicto XVI su comentario sobre el proceso a Jesús diciendo de Pilato que: La paz fue para él en esta ocasión más importante que la justicia. Debía dejar de lado no sólo la grande e inaccesible verdad, sino también la del caso concreto: creía cumplir de este modo con el verdadero significado del derecho, su función pacificadora. Así calmó tal vez su conciencia. Por el momento, todo parecía ir bien. Jerusalén permaneció tranquila. Pero que, en último término, la paz no se puede establecer contra la verdad es algo que se manifestaría más tarde.

Efectivamente, Jerusalén sería arrasada en el año 70 de nuestra era. La mentira solo sirvió para mantener el poder militar romano y el político de la aristocracia judía unos años más. Pero de quien hoy nos acordamos realmente es de quien defendió la verdad, de Jesús de Nazaret.

Acabo dejándoles el enlace de un tema musical de otro aliado de la Libertad y la Verdad, espero que lo disfruten como lo disfruto yo.

Cincinnatus. 

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