Menos emociones y más manifestaciones.

Una táctica que lleva utilizando la partidocracia durante bastante tiempo ya es la de apelar a las emociones. Habrás podido ver cómo el presidente del Gobierno intenta dar lástima por sentirse atacado utilizando palabras clave que van directa a las emociones y no a la razón. En efecto, si uno analiza las intervenciones de prácticamente la totalidad de los políticos, te das cuenta de que apelan siempre a sentimientos. Cuando consiguen que la gente sienta emociones, en vez de dar explicaciones racionales, consiguen saltarse el poco espíritu crítico que le queda al pueblo español.

Cuando un político se ve arrinconado por alguna verdad incómoda, simplemente se defienden con las llamadas palabras policía: éstas son palabras que se usan para acabar una conversación en la que vas claramente perdiendo. Sería algo así como defenderte de alguien llamando a la policía. Las palabras policía más típicas utilizadas por los políticos son «fascista», «comunista», «ultraderechista», «negacionista»,  y otros «–ista» de diversa índole. Cuando veas que un político de cualquier signo utiliza alguna de estas, o similares, ten por seguro que se ha visto arrinconado y sin argumentos.

Después de décadas de decadencia en la educación pública, la partidocracia ha llegado al punto en el que sabe que la ciudadanía es muy dócil. Entonces, con eslóganes vacíos, sin significado claro, y al mismo tiempo  cargados de palabras que apelan directamente a los sentimientos, son capaces de convencer a la nación para llevarla donde al Estado le conviene.

Así el Estado se ha dado cuenta de que ha sido capaz de parar la acción de los ciudadanos que antaño salían a la calle; las redes sociales han conseguido que la gente calme y desfogue sus ansias de venganza en tweetsy peleas virtuales que no sirven para nada más que gastar su energía. Y no la canalizan siquiera con el político o el partido que le causó el enfado, si no con otro ciudadano que igual está más perdido que él.

Internet ha conseguido que mucha gente crea que teniendo un smartphone puede hacer daño al sistema debatiendo por internet. Qué error. Ya no se piensa en la asociación física de gente con un mismo interés, en acciones reales que cambien la realidad. Si la unión hace la fuerza, las redes sociales han conseguido dispersar las fuerzas reales. Las han sustituido por batallas dialécticas virtuales que, como mucho, podrán alimentar el ego de quien dice haber ganado la conversación por tener un par de likes.

Te pongo un ejemplo. Mucha gente cree apoyar o condenar a Israel simplemente votando o no en Eurovisión. Hace poco hemos podido ver cómo en Eurovisión, por parte de España, los máximos puntos se lo han llevado Israel y Ucrania; muestra de una servidumbre voluntaria que me avergüenza como español. Hemos presenciado cómo la gente ha invertido veinte euros por emitir el voto creyendo que así apoyaban una ideología (que ni siquiera es suya, sino la de los Telediarios), y creyendo que así cambian el mundo: todo cómodamente y desde el sofá. Si ya han cumplido esa tan valiosa e importante lucha social, ¿para qué involucrarse en otra cosa? Mientras tanto, los del otro bando abuchearon a la representante de un país que muy probablemente ni siquiera sepa de qué va mucho el tema.

Todo este lamentable panorama de servidumbre social, posibilitada a distancia con el circo mediático, es lo mismo que ocurre en las votaciones.  La ciudadanía vota un amo para así dar por hecho que alguien a quien le dio supuestamente su voto va a defender sus intereses, y por lo tanto, es casi de su familia. El voto es otra forma vaga de querer limpiarse la conciencia, creyendo que se hace algo político, que muestras interés; cuando lo que en realidad demuestras es que no eres capaz de luchar por lo que crees por ti mismo, y que necesitas la identificación ideológica con alguien por encima de ti.

En lugar de exigir lo importante, es decir, que exista una representación verdadera, los españoles sin consciencia prefieren la identificación ideológica con un amo de partido. Esto es una verdad evidente en la partitocracia actual: no puedes estar representando ya que ningún político te tiene que dar explicaciones, ni está legalmente obligado a ello. No tienes poder sobre ninguno.

Voy entonces a centrarme en qué podemos hacer los españoles. Ahora mismo España tiene muy poca presencia internacional y no asusta a nadie como antaño. Esto es porque nuestros enemigos históricos —la élite anglosajona— paulatinamente han ido arrebatándonos territorios y poder económico, y en la actualidad no somos más que una colonia estadounidense bajo la OTAN y la UE.  

¿Cómo dejar de ser una colonia de nuestros enemigos angloparlantes? Tenemos que entender que si es que España quiere tener voz y voto a nivel internacional, lo primero que tiene que tener es soberanía sobre las cosas que le influyen. Por todos es sabido que España ha pasado ya 1,5 billones de deuda, ¿puede ser soberano un país que debe tanto dinero sin ser potencia industrial?

Para comenzar a empoderar al pueblo pienso en que todos digamos: «Hasta aquí». Ya no participamos más con este sistema que ha arrebatado la soberanía como país. ¿Se podría llegar a revertir esta situación desde la abstención? La respuesta evidentemente no es directa; muchos creen que la abstención es un fin, pero no nos confundamos, para los que realmente la ejercemos es solamente un medio; es uno de los pasos a seguir para conseguir la Libertad Política Colectiva que resumido en una palabra es democracia.

Muchas veces se ha hablado ya en esta página y otros medios de difusión abstencionaria sobre los pasos a seguir para llegar a la democracia. El mayor enemigo que bajo mi punto de vista tiene la democracia en este país, por encima incluso de la gente que vota, es el rotundo éxito que ha tenido el sistema para convertir a la gente en vagos. A esa gente que lucha desde el sofá a la que me he referido antes. ¿Cómo se podría movilizar a gente que está cómoda dentro de su mentira?

Tristemente el propio sistema tiene la solución para nosotros: nos están cocinando a fuego lento; cada vez con menos poder adquisitivo, pero siempre lo justo para mantenernos en un coma inducido, lo justo para que no saltemos de la olla de cocción.

Si las votaciones son el dogma del Estado, la blasfemia de la que ningún medio habla, entonces la abstención sería el primer paso para deslegitimar el relato del Estado. Una vez que pierda el control del relato, la legitimidad y apariencias, se queda entonces sólo con la legalidad, con la fuerza bruta, que obtiene al tener el control de las fuerzas y cuerpos de seguridad. En este escenario, si más de un 50% de la ciudadanía (más de un 60% sería lo ideal) deja de apoyar el Régimen, y la ciudadanía comienza a tener otro relato sin ideologías y fuera de los partidos políticos, se abre una brecha para en 4 años de legislatura destruir de forma pacífica el Régimen político partidocrático establecido, y sometido a poderes extranjeros.

Una vez cambiamos lo de dentro, podemos cambiar lo de fuera. Con el Estado es lo mismo: una vez sea democrático, fruto de una conquista de la sociedad civil y no de ningún bando, entonces España puede dejar de ser una colonia. Y una vez dejemos de estar colonizados, entonces España podrá defender sus propios intereses y no los de otros, los intereses del pueblo español.  

Crear desafección al Régimen partidocrático actual, sin apoyar a ninguna facción y señalando dónde está el problema que nos desune, es el camino para que la sociedad civil en su conjunto (una parte prevalente de la misma obviamente, pues siempre habrá quien defienda a los partidos y al sistema) se levante contra la clase política. Entonces el Estado actual se encontraría desautorizado e ilegítimo. Así, la sociedad civil en diversos ámbitos, asociaciones civiles, profesionales, sectoriales, etcétera, podríamos forzar el cambio con manifestaciones masivas, y sobre todo, con un millón de autónomos dispuestos a no pagar impuestos.

Entonces el poder político no tendría otra salida que atender a esas exigencias y se abriría la puerta a negociar las condiciones de un periodo constituyente (garantizando la libertad de información y con el Gobierno sólo en funciones), mediante el cual se redacte una Constitución genuina del pueblo, que establezca la representación política verdadera y no el bulo partidocrático, separe los poderes del Estado, y otorgue independencia verdadera al Poder Judicial. Desde ese momento España podría empezar a luchar realmente por su independencia internacional, fiscalizar a las élites oscuras y los opacos poderes financieros que la gobiernan, y sobre todo reducir la deuda. La Libertad Constituyente es la antesala de la soberanía de España en el mundo.

Una vez sucedido esto, España podría empezar a tener más presencia y voz a nivel internacional. Dejaríamos de ser una colonia: desde EE.UU ya no nos ordenarán cuál es nuestra postura internacional en cualquier conflicto.

Termino este artículo igual que lo empecé: MENOS EMOCIONES Y MÁS MANIFESTACIONES.

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5 thoughts on “Menos emociones y más manifestaciones.

    • el 3 de junio de 2024 a las 18:32
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      Perfecta descripción de la situación socio-politica actual.

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  • el 3 de junio de 2024 a las 20:14
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    A mi juicio, me ha parecido un artículo honesto, conciso y sobre todo útil.
    Nos hace entender de una manera sencilla, “el espíritu”, la base auténtica de este movimiento.
    Nos incita a abrir la mente, a coger fuerzas y crear conciencia. Bravo!!

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    • el 3 de junio de 2024 a las 23:15
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      Un artículo que define claramente la situación política actual y aunque nos da una solución real, va a ser difícil llegar a ese 50%…pero bueno, habrá que intentarlo no?

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  • el 3 de junio de 2024 a las 22:43
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    Un artículo muy acertado. Conciso y directo, manteniéndose en un estilo relativamente simple para que sea entendido por el común de los mortales que ya hayan escuchado sobre estas ideas (presunción lógica por el lugar donde se ha publicado). Muy interesante.

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