El Culto de los corderos.

«Qualis dominus talis est servus (como es el amo así es el sirviente)».

«Donde reina sólo el oro, ¿a qué las leyes si no puede gozarlas la pobreza? Lo mismo que los cínicos, frugales que venden su honradez y su elocuencia al más caro postor, hacen los jueces, vendiendo la justicia sin vergüenza».

«Un hombre que siempre está dispuesto a creer lo que se le dice, nunca lo hará bien».

—Petronio, El Satiricón.

El Satiricón es una obra de especial relevancia; se convertiría en modelo de escritos posteriores, pues fue pionera en algunos aspectos literarios, y además contiene una valiosa información sobre el contexto histórico en el que tiene lugar. Está considerado el primer ejemplo de novela picaresca de Europa, los protagonistas son dos libertinos —personajes sin relevancia histórica—, la acción se desarrolla en las provincias en lugar de en Roma y contiene, además, una extensa recopilación de los coloquialismos de la época, por lo que es objeto de estudio respecto al latín vulgar. Aunque su autoría está sumida en debate, la teoría con más fuerza es la de que su autor sea Tito Petronio Arbiter, un oscuro poeta de provincias, natural de Marsella, que vivió en los tiempos de Nerón a Domiciano. Hablamos del siglo I d.C.

Para situarnos mejor en el contexto, estamos en lo que se conoce como Alto Imperio. Durante los siglos I y II el imperio gozó de un periodo de relativa tranquilidad, la llamada pax romana. Durante este tiempo hubo un importante desarrollo de la economía, la cultura y la vida ciudadana. Sólo en el siglo I podemos contar hasta trece emperadores, incluyendo a Augusto. En aquellos días el cristianismo se abría camino y se expandiría por el Imperio Romano, son los tiempos de la dinastía Julia-Claudia, con los famosos Calígula o Nerón, la dinastía Flavia, con Domiciano, acabando el siglo con la Antonina; y bajo aquellos mismos cielos se plasmarían las palabras de Séneca, Apuleyo o Tácito. Pero como ya se ha dicho, Petronio nos habla de las provincias; nos acerca a la dimensión humana sin tapujos, cómo era la vida entonces y cómo sentían aquellos que la vivieron. Nos describe el inicio de la decadencia moral y social de Roma, tocando temas —tan cercanos a nuestros días— como son la queja y la desconfianza hacia los poderes públicos, a los que se acusa de corrupción y desinterés por el pueblo…

En esto último quiero centrar el quid de la cuestión. Corrupción y desinterés por el pueblo, hace más de dos mil años, en la civilización que vertebró el camino y la sociedad de la Europa actual. Me pareció especialmente interesante la notable similitud con lo que nos compete, que es nuestro país hoy. Sobre el asunto de la corrupción creo que no es necesario ahondar ni explicar nada respecto a la actualidad; la cantidad escandalosa de casos a diestra y siniestra es apabullante y de sobra conocida, y cada tanto sale alguno nuevo. El desinterés por el pueblo hoy queda latente en los derroches innecesarios, subidas de sueldos en tiempos en los que toca apretarse el cinturón, en la ausencia total de representación, en que cada cosa que hacen o dicen parecen dirigidas al escándalo, la división de la gente o el mero espectáculo —los grandes cambios, positivos o negativos, vienen impuestos por la Unión Europea—, por citar sólo algunos ejemplos.

Por supuesto no debemos justificarnos juzgando ni culpando a las gentes de hace dos milenios, lo que toca es que el pueblo de hoy nos preguntemos ¿por qué permitimos esto? ¿Cuánto tiempo hace que no tenemos el control de nuestro país, si es que alguna vez lo tuvimos?

Justamente de la misma época de El Satiricón, entre los siglos I y II de nuestra era vivió el poeta satírico Juvenal, el cual se quejaba en sus versos de las condiciones de vida en Roma, y lamentaba el conformismo de la ciudadanía respecto a su falta de libertades políticas. En su Sátira X (77-81) escribió algo tan especial que trascendería en el tiempo, pues una de sus frases ha sobrevivido durante tantos siglos y a cualquiera le suena en mayor o menor medida: «Panem et circenses». Dice el pasaje: «Desde hace tiempo —exactamente desde que no hemos de vender a nadie el voto—, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si otrora concedía mandos, haces, legiones, en fin, todas las cosas, ahora se deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y circo».

Entiéndase por «pan» necesidades básicas. Entiéndase por «circo»: toros, fútbol, realities, programas del corazón, o noticias morbosas repetidas y analizadas durante horas, días, semanas…

La calidad política parece estar menguando, sin ánimo de elogiar a los anteriores; la preparación y los estudios (reales) brillan por su ausencia a menudo, y los debates políticos más se parecen a los programas de prensa rosa. Muchos arguyen que pueda deberse a que son reflejo de la sociedad, o lo que ésta demanda. Pero pienso que bien pudiera ser al revés, y que forma parte del espectáculo para sembrar la discordia y la rivalidad entre los fieles de uno u otro credo. Y pese al nivel ausente de algunas de las estrellas y cabecillas de nuestros políticos, materias como el «panem et circenses» y el «divide et impera» («divide y vencerás», atribuido a Julio César) sí que lo conocen bien —supongo que se estudia en alguna asignatura de 1º de Dominación de masas—. No recuerdo ninguna hazaña de nuestros gobernantes en las últimas décadas, nada que haya convertido a España en pionera de algo positivo, economizador o que mejore la calidad de vida de la gente… No recuerdo ninguna acción unificadora de todos los españoles… Sí sé que la deuda de nuestro país no ha dejado de crecer, y que todos los precios han ido subiendo, pero no los sueldos a nivel general (corrijo, misteriosamente los sueldos de ellos sí).

Pero tampoco debiéramos limitarnos a criticar a estos personajes… Simplemente son buscavidas que viven del cuento, gente sin tapujos que han encontrado una vía para ganar mucho y vivir como si fueran nobles, haciendo poco, en un teatro de mentiras donde tienen un público asegurado que está obligado a ver, callar y pagar; un público que no tiene ninguna opción a cambiar o decidir nada.

Además, más que nos pese, ¡son muy buenos en lo suyo! En la Historia encontramos célebres escritores, científicos, inventores, arquitectos, militares… También hay famosos y hábiles ladrones, asesinos, mafiosos… Del mismo modo, también hay grandes vividores a los que no les tiembla el pulso por mentir, manipular o arruinar un país. ¡Y lo hacen muy bien!

Como si de una religión se tratase han erigido todo un culto, dividido en dos facciones, con fieles corderos devotos a los que en el día a día vemos mover la boca y repetir las mismas mentiras, profecías o insultos y etiquetas —contra la facción paralela— que dicen sus sacerdotes. Digan lo que digan: sus fieles lo repiten como si lo hubiesen pensado ellos. Y tan fanáticos y adoctrinados están, que algunos discuten acaloradamente con sus semejantes, amigos y familiares, por defender SU CULTO. Defenderlo a capa y espada, más de lo que se molestan en defenderse los propios integrantes de la facción. ¿Qué nos ha pasado?

Curiosamente pasa algo parecido con el fútbol… Lo hacen muy bien. Tenían un caldo de cultivo perfecto. Un país que tuvo una Guerra Civil… el truco está en nunca dejar que muera el sentimiento de ambos bandos, de división, que nunca se apague del todo esa llama; dales un poco de pan, que crean que nos les falta nada, miénteles y diles que son libres, que viven en una Democracia (sólo tienes que repetirlo hasta la saciedad), y mucho, mucho circo. Y si el circo incluye equipos o formas de pensar que dividan más a la población, ¡pues mejor! Divide y vencerás. Pan y circo. Un instrumento de dominación perfecto.

Recuerdo durante el evento llamado «El Confinamiento», cuando decían que todos debíamos hacer un esfuerzo, ellos para ayudar se subieron los sueldos; también inyectaron unos cuantos millones (no de sus bolsillos) a las cadenas privadas de televisión, no sé para qué… Sin embargo, la gente no hablaba de esto, se peleaba entre sí porque habían inoculado otra semilla de división. ¡Qué buenos son en lo suyo! En fin.

El Culto de los corderos… se pelearán entre ellos, pero nunca le levantarán la voz al pastor/sacerdote. Pagarán, callarán, mirarán donde ellos digan que miren y repetirán todo como fieles súbditos… Porque creen que son libres, y que no hay más opción.

El problema ya no es la Roma del siglo I d.C. La solución no la darán aquellos que dirigen las facciones del Culto de la Diestra y la Siniestra, pues para ellos todo es perfecto y JAMÁS querrán cambiarlo. Es labor de la ciudadanía levantarse y abandonar el teatro. De gritar al unísono: no pagaremos vuestro espectáculo, no tenéis nuestro voto, no os legitimamos. ¡Largo!

Pero… ¿Qué sé yo? Sólo soy un cordero que se cansó de las migas del pan rancio y de este circo de falacias.

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2 thoughts on “El Culto de los corderos.

  • el 19 de junio de 2023 a las 12:28
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    Hola . Gracias por este artículo y quisiera pedirte permiso para hacerme una camiseta con la imagen y con el párrafo que empieza con las palabras: El Culto de los corderos

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