El caso de Manuel Melgar. Condenado a 3.000 euros por objeción de conciencia electoral.

La justicia española, fuerte con el débil y débil con el poderoso, en un alarde de sumisión al poder político y al Estado corrupto en el que vivimos, ha condenado al compañero Manuel Melgar a pagar las costas por «atreverse» a recurrir una resolución de la Junta Electoral de Zona que le denegaba el derecho a su objeción de conciencia para no acudir a una mesa electoral.

Manuel Melgar, valiente y fiel a sus principios, presentó su objeción de conciencia porque no cree en la gran mentira de este Régimen. Se negó a estar todo un día haciendo el paripé delante de sus vecinos, participando en la farsa de que iban a «elegir» algo cuando, en realidad no iban a elegir nada. ¡Menudo «delito» no ser partícipe en eso! ¡Menuda falta de respeto o vaya usted a saber la calificación que los señores magistrados hayan considerado achacar!

La «sabia» Junta Electoral de Zona decidió que eso no es causa alguna para objetar: si tu conciencia te impide mentir, pues allá tú con tu conciencia: como buen vasallo del sistema te tienes que presentar, te tienes que humillar y ser un buen mandado. Punto, no se hable más.

Pero Manuel no se rindió. Presentó un recurso contencioso-administrativo especial y sumario para la protección de los derechos fundamentales. ¡A quién se le ocurre! ¡Habrase visto tamaña osadía! ¿Cómo se puede poner en duda la resolución de uno de los engranajes del organismo que vela por la limpieza de las campañas electorales y la gran transparencia del proceso de votaciones en España?

Todo esto ocurrió en las votaciones andaluzas de junio de 2022. Y por supuesto, Manuel mantuvo su honor y no acudió a la mesa. Un año después ha salido la sentencia… En este caso la judicatura ha sido lenta pero no ciega… ni tampoco ha sido muda. Por tamaña tropelía ha condenado a Manuel… ¡A Pagarrrrr! Como diría en su día el bueno de Joaquín Prat.

Sí, señoras y señores, a pagar nada menos que 3.000 euros de costas. Las costas por una sentencia sin apenas motivar, que hace corta-pega de otras que no tienen nada que ver. Pero aquí no se trata de hacer Justicia, sino de lanzar un mensaje a navegantes. Cuidado aquel que se le ocurra defender su objeción de conciencia en juicio para no participar en las votaciones del Régimen.

¿No les suena a ustedes esto a escarmiento? ¡Vaya a ser que la gente empiece a objetar y a recurrir ante la Justicia lo que unos engranajes del limpio proceso electoral aceptan y otros rechazan con motivaciones que entenderán los leguleyos en sus casas!

Esta es la sentencia en cuestión y cualquiera puede leerla:

A los abogados les parece que esta sentencia hace aguas por todas partes. Consúltelo usted con cualquiera. Y todos se asombran por la desorbitada cantidad a la que es condenado Manuel: jamás se ha visto tamaña imposición de costas en un contencioso de características similares, y menos un proceso que se supone que es para proteger los derechos fundamentales de las personas. Desde luego, lo que no protege ese proceso son las carteras de las personas…

La parte técnica del caso la voy a obviar, pero la sentencia ya corre por las redes y hay abogados dispuestos a llegar hasta el final defendiendo los derechos de Manuel Melgar (¡a Estrasburgo si hace falta!); unos derechos que son los de todos también, los que vivimos bajo este sistema que, cualquier día, nos cruje con estas costas desproporcionadas si nos atrevemos a rechistar.

Pero al correrse la voz de esta tropelía estatal, a Manuel no le han faltado amigos en la nación, compañeros, incluso desconocidos de toda España que se han solidarizado con él y que con 5, 10, 15… 50 euros ¡y hasta más! Están dispuestos a ayudar a su causa con un crowdfunding. Sólo en 24 horas ya se han comprometido a donar dos terceras partes de la cantidad ignominiosa con la que sus señorías han decidido castigar a Manuel.

Son más de 90 donantes hasta el momento de escribir estas palabras. Esos 90 son los primeros que se han enterado, pero la solidaridad es contagiosa y seguro que en las próximas horas y días habrá muchos más. Porque todos somos Manuel: esta injusticia se ha cometido contra todos los españoles.  

El Leviatán del 78 puede aplastar a uno solo con facilidad. Y no le importa. Su rodillo sigue sin que nadie pueda pararlo, sin un poder que lo frene. Pero no cuenta con una cosa: que un individuo débil es fuerte cuando se une a otros, y la fuerza de la unión, de quienes se sienten tan agraviados como él, es muy poderosa ante la caprichosa aplicación de las leyes en este caso, o ante las arbitrarias decisiones del Poder en tantos otros.

Yo también me llamo Manuel, en este caso es verdad. Pero hay muchos otros Manuel que admiran a quien esta vez no se ha arrodillado ante la tiranía estatal que todos sufrimos. Con gente como Manuel vamos hasta el final.

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