La democracia formal es garantía de moralidad pública.

Hay quienes piensan que la democracia formal, propugnada por Antonio García-Trevijano y los seguidores de sus ideas, es incapaz de separar el mal del bien puesto que todo es posible siempre que siga el cauce forma-legal de la democracia formal.

Mi respuesta es la siguiente:

No todas las opciones son válidas, simplemente no están determinadas. El ethos emana de la sociedad civil, no del Estado. La democracia formal simplemente asegura que las opciones provengan del sujeto del cual emana el ethos: la sociedad civil (la nación). Por eso, lo que se determina en la democracia formal son las reglas de juego que lo hacen efectivo.

La sociedad es partícipe de un ethos propio fruto del consenso social que desciende de la historia y las costumbres del grupo nacional. Este consenso social es sustituido por el consenso político propio de un Estado moderno cuando tiene maniatada a la sociedad.

El ethos sólo puede ser proyecto artificial cuando proviene del Estado, fruto de no poner límites a éste. Un ejemplo del ethos artificial es toda la legislación socialista estatalista (incluida la socialdemocracia, el fascismo) enfocada en la transformación de los individuos, y por ende, de la sociedad, donde la educación estatal sustituye a la instrucción estatal. Bajo esta óptica de Estado educador y de ingeniería social nació el hombre nuevo soviético. Hoy con la socialdemocracia se mantiene, quitándole la palabra soviético,  la idea de crear un hombre nuevo.

Para ser justos, el Estado como ente educador no nació con Marx, aunque sí con el socialismo alemán y asumido por el marxismo. Marx escribió al respecto, en la Crítica al Programa de Gotha tachando de «inadmisible» las pretensiones del Partido Obrero Alemán para una «educación popular a cargo del Estado». Prosigue Marx en su crítica:

¡Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, etc., y, como se hace en los Estados Unidos, velar por el cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del Estado, y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo! Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. Sobre todo en el imperio prusiano-alemán (y no vale salirse con el torpe subterfugio de que se habla de un «Estado futuro»; ya hemos visto lo que es éste), donde es, por el contrario, el Estado el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa.

No todas las opciones son válidas en una democracia formal, porque el sujeto que constituye las leyes tiene un concepto subjetivo de lo que es el bien y el mal. Es decir, todas las personas somos seres morales y lo mismo para el colectivo, al que se puede concebir como un ente con moralidad. A la moralidad colectiva se le llama ethos. Pues bien, lo normal es que el sujeto que hace las leyes en una democracia formal (la nación) no legisle en contra de su propia moralidad. Por tanto, la democracia formal es garantía de que el ethos, propio de la nación, se mantenga en la legislación.

Si te pareció interesante, ¡compártelo!