Domingos de Acción Constituyente: 27 de febrero de 2022.

Mientras conducíamos hacia nuestra cita en la plaza, Joana y yo reflexionamos sobre el enorme poder que tienen los medios de comunicación que sirven a la oligarquía dominante. En efecto, el poder mediático manipula a la inmensa mayoría de los españoles con una facilidad pasmosa para que piensen como el poder les dice que hay que pensar, y hagan lo que el poder les dice que hay que hacer. 

Locke decía que todo Estado se basa en la legitimidad, la cual definía con el célebre consentimiento de los gobernados. Y como la legitimación de este Régimen del 78 nunca partió del verdadero consentimiento de los gobernados, necesita justificarse constantemente mediante farsas y manipulaciones. 

La manipulación está presente a nuestro alrededor todos los días, viajando a través de las ondas propagandísticas del Régimen. Por ejemplo: mientras los gobernantes enarbolan el No a la guerra, España envía armas a Ucrania; mientras las cadenas autonómicas celebran el día de Andalucía el 28 de febrero, silencian a uno de los pensadores andaluces más ilustres, D. Antonio García-Trevijano, fallecido un 28 de febrero de hace cuatro años. En el día de la autonomía andaluza (en verdad la autonomía de la oligarquía andaluza) se nos dice una y otra vez que los políticos del parlamento andaluz nos representan, cuando no podemos reunirnos con ninguno de ellos, ni pedirles responsabilidades, ni revocarlos siquiera.

Dialogando sobre estas cosas en el coche, Joana y yo llegamos a la conclusión de que la batalla por los medios de comunicación es la clave para acabar con el dominio injusto de la oligarquía imperante. El discurrir del logos (el diálogo) nos hizo saber, sin género de dudas, que los medios de comunicación son la llave para la liberación colectiva. Pero surge la pregunta inmediata: ¿cómo hacer que los medios de comunicación dejen de servir al poder dominante?

No tenemos, desde luego, la capacidad de crear un medio que pueda competir con los que hay en fuerza y alcance. Por lo tanto, sólo tenemos dos alternativas: esperar a que se mueran en la cama, o bien hacerlos inservibles. Esto significa boicotearlos, ningunearlos, no hacerles caso… y esparcir el mensaje de la liberación mediante el arte ancestral e irreductible del boca a boca, a pie de calle, mirando a los ojos. En suma, lo que hacemos cada domingo en el ágora pública de nuestra Málaga.

Noto que nuestra azul ciudad marítima está cada día más floreciente. Se está convirtiendo en un crisol de culturas y de flujo mercantil de lejanas tierras, mas no se me antoja atrevido compararla como una nueva Atenas, legataria del espíritu helénico: faro y vanguardia de la razón, del pensamiento creador y de la libertad civil, la libertad civilizadora.

Ya de entrada, queremos devolver a los partidos a la sociedad civil… odisea homérica que no es poca cosa. Queremos civilizarlos para que abandonen la barbaridad estatalista y se transformen en instrumentos verdaderamente al servicio de los ciudadanos, y no de los gobernantes y sus élites. ¡Hoy en día los servidores públicos dominan a quienes se supone que sirven!

Si los bárbaros estatales han volteado el mundo poniéndolo del revés, civilicemos entonces la política para traer un poco de orden en este caos primitivo que pone la realidad patas arriba. Es por esto que Málaga se alzará como un faro civilizador, un puerto que se abre a los infinitos horizontes de la libertad colectiva. 

Cuando Joana y yo llegamos al lugar para continuar con nuestra misión, lo encontramos abarrotado de gente. María Luisa se unió poco después. Ese gran número de personas estaban allí atraídas por el carnaval que había montado el Ayuntamiento en la plaza. Y a pesar de que estábamos rodeados por una gran masa de ciudadanos, la gente le hacía más caso a la farándula carnavalesca que había montada alrededor nuestra.  

Dijimos entre risas que todo ello era una metáfora perfecta de la situación que vivimos en España. Pero nos lo tomamos con humor, sabiendo que las caretas y los disfraces del Régimen no duran para siempre. 

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