Abuso Político Colectivo.

Yo he sido una persona abusada en mi infancia. El abuso es mucho más frecuente de lo que se cree, y en realidad constituye la verdadera causa de casi todos los problemas que vivimos.

Voy a establecer un paralelismo entre el abuso que sufre un individuo en su entorno de relaciones personales, con el abuso colectivo que sufre España en su entorno político. Los paralelismos son asombrosamente exactos entre las dimensiones individuales y colectivas del problema, tanto en los síntomas de la víctima del abuso, como en la terapia adecuada para la sanación.

Las personas se suelen tratar muy mal. Parece increíble lo mal que nos tratamos los unos a los otros. Basta observar un poco a tu alrededor, y te darás cuenta de que el maltrato supone gran parte de las relaciones entre personas. La forma de maltrato más frecuente es aquella que es más difícil de detectar, el maltrato sutil e invisible que va calando poco a poco, mientras que la forma menos frecuente es aquella que salta a la vista y es obvia, el maltrato en forma de violencia verbal o física.  Pero ambas son formas de maltrato, ambas son formas de abuso, y ambas dejan secuelas psíquicas.

El maltrato menos habitual y más palmario es aquel tan evidente que no creo necesario explicar: las agresiones verbales o físicas. En cambio explicaré el maltrato sutil  e invisible, al que los demás nos someten a diario aunque no nos demos cuenta. Este tipo de abuso adopta básicamente cinco formas:

1. Pequeñas humillaciones. Son intervenciones cortas que, muy en el fondo, nos quieren humillar, ridiculizar, minusvalorar, y, en suma, ponernos por debajo del otro. Por ejemplo esa «broma» sarcástica o retintín malintencionado que nos lanzan sin haber bromeado nosotros primero, ni haberlo permitido.

2. Pequeñas desconsideraciones. Más que en forma de palabras, las pequeñas desconsideraciones suelen venir en forma de actos escondidos de desprecio o de abandono, que te subcomunican que eres poco importante para el otro cuando el estado de la relación requiere atención mutua. Normalmente se da en forma de conductas pasivo-agresivas como por ejemplo: dejar mensajes en «visto» intencionadamente, «olvidar» a propósito cosas importantes para ti, volver a preguntar a sabiendas cosas que ya habías respondido, o hacer como si no te escuchase en conversaciones grupales. 

3. Pequeñas manipulaciones. Son aquellas comunicaciones solapadas o finos chantajes que, muy indirectamente, su intención es la de manipularnos o dominarnos, es decir, que hagamos cosas que no queremos, cosas que vayan en contra de nuestros intereses, o que supongan una incoherencia en nuestra estima o una falta de integridad para nosotros.

4. Debate-humillación. Son conversaciones largas que, en el fondo, buscan alimentar la soberbia y el ego del interlocutor a costa de desprestigiarnos a nosotros. Las agresiones estrella en los debates-humillación son los calificativos peyorativos de cualquier índole hacia nuestra persona (ataques directos) o hacia las cosas con las que nos identificamos (ataques indirectos), sin ninguna remota intención verdadera de entender nuestro punto de vista, o de entablar con nosotros un intercambio real de ideas, sin que se considere, ni por asomo, que las posturas a debate son igual de respetables.

5. Culpabilizar al inocente. Los abusadores veteranos son expertos en «darle la vuelta a la tortilla» y culpabilizar a la víctima del abuso que recibe. Ello se suele efectuar de manera inconsciente por el abusador, con el fin de garantizar el pleno sometimiento de la víctima, que, encima, se echará la culpa a sí misma. Con suma habilidad, los abusadores tergiversan toda situación y nunca reconocen sus errores, empleando como defensa el sentimiento de culpa de la víctima sin que ésta note la manipulación. En los casos de concurrencia mutua de culpas son aún más efectivos, cargando toda la culpa sobre la víctima y quedando ellos como los inocentes.  

Cuando recibamos alguna de estas cinco formas de maltrato, resulta muy útil analizar de dónde ha venido. La mayoría de las veces el agresor no lo hace a conciencia (a pesar de lo hiriente que puede llegar a ser), sino que se trata de un programa automático que tiene instalado en su personalidad, fruto a su vez de algún maltrato o trauma profundo que ha recibido.

El maltrato se convierte de esta manera en una cadena de dar y de recibir abusos: solemos recibir maltrato porque nosotros maltratamos también a los demás. Así, las cinco formas antedichas de maltrato son habitualmente consecuencias a su vez de daños y abusos que nosotros mismos hemos cometido contra ese agresor, tal vez sin habernos dado cuenta. Con menor habitualidad podemos recibir maltrato de alguien a quien no hemos maltratado antes, pero en estos casos lo seguro es que esa persona te maltrata porque recibió abusos de un tercero, tiene instalado el programa automárico del abuso (normalmente por haber sido abusado en su infancia) y lo descarga sobre ti. 

Así pues, cuando recibas alguna forma de maltrato, por sutil y mínimo que sea, pregúntate: ¿qué daño ha sufrido el abusador para que ahora quiera abusar de mí, tal vez sin darse cuenta?

Hay relaciones interpersonales donde el abuso mutuo conforma un sistema cerrado de retroalimentación, muy difícil de romper, pues normalmente quienes abusan —y en consecuencia son abusados de vuelta— no tienen suficiente nivel de conciencia para verlo.

Para elevar tu conciencia sigue este método: antes de comunicarte con otra persona, por mínima que sea la comunicación, pregúntate con sinceridad ¿qué pretendo en el fondo con mi comentario o mi actitud? ¿Lo que le voy a comunicar a esta persona constituye alguno de los cinco tipos de abuso? Si la respuesta es afirmativa, has detectado la cadena invisible del abuso, y entonces queda a la vista para que puedas romperla.

Una vez elevas tu nivel de conciencia, la mente no vuelve a su estado original de pequeñez. Lo que antes veías incomprensible, odioso, o imposible de solucionar, desde las alturas del conocimiento se divisa tan claramente en todos los resortes del problema, y se comprende con tal nitidez el funcionamiento de cada uno, que hallar la solución se vuelve algo irrisoriamente fácil.

No trates de comprender o solucionar algo aparentemente sin causa o solución desde el mismo nivel de experiencia con el que te lo encontraste. Sube unos peldaños tu conciencia, y el camino a seguir se presentará claro ante tus ojos como quien otea el horizonte desde la cima.

La causa profunda del malestar individual y social casi siempre está en el maltrato. Las consecuencias del maltrato mutuo, al que nos sometemos los unos a los otros en el día a día, son el origen de prácticamente todos los problemas psicológicos. Las personas que padecen episodios prolongados de tristeza, ansiedad, ira, culpa, miedo, depresión, apatía, frustración, baja autoestima, o torpeza en mantener relaciones sanas y satisfactorias, casi con toda seguridad han sido víctimas de alguna forma de maltrato continuo que ha originado esos trastornos continuos.    

La psicología clínica ha evidenciado que las personas abusadas presentan tales síntomas en mayor o menor medida conforme mayor o menor haya sido su exposición al maltrato. La baja autoestima, así como la torpeza en mantener relaciones sanas y satisfactorias, son las causas últimas de todos los problemas personales: los problemas de pareja, las frustraciones laborales (que suelen incidir en lo económico) o las desavenencias con familiares o amigos.  

La baja autoestima y la torpeza en las relaciones con los demás comprometen incluso nuestra integridad física. Se ha comprobado científicamente que la insalubridad crónica en las emociones se somatiza en el metabolismo, debilitando de tal modo el sistema inmunológico que se pueden desarrollar patologías de carácter físico: cáncer, estrés inflamatorio, insuficiencia cardíaca, accidentes cerebrovasculares, obesidad, eczemas, hipertensión arterial o diabetes, entre otras. Ello sin hablar de las enfermedades derivadas de una incorrecta alimentación, de una falta de sueño adecuado, o de llevar una vida sedentaria, que son también formas de abuso hacia nosotros mismos.

Así, salvo accidentes puntuales, todos los males que nos aquejan tienen un único origen: el maltrato. Tan sencillo como eso. Detén el maltrato que da y que recibe una persona, y podrá sanar casi todos sus males y problemas crónicos (por no decir todos).  

El maltrato está implantado y normalizado en gran parte de las relaciones sociales cotidianas debido al bajo nivel de conciencia de sus integrantes, los cuales rara vez se paran siquiera a pensar sobre estas cosas. Para entender cómo se da el maltrato, es preciso conocer el funcionamiento sistémico de las relaciones humanas.

Las relaciones humanas estables funcionan por medio de sistemas de poder, definido éste como la relación donde uno manda y otro obedece. Las familias son sistemas de poder, así como los entornos laborales, e incluso las relaciones de pareja o de amistad. Por horizontales que sean los miembros de estos grupos humanos, el poder se va ejerciendo por unos y otros entre sí conforme a las reglas que haya instauradas en cada sistema. Todas las relaciones humanas estables tienen sus propias reglas sistematizadas, aunque no estén escritas o en apariencia no las haya.

Los sistemas son sanos y funcionales para sus miembros cuando no hay abuso de poder para nadie: cuando el jefe y el empleado no abusan el uno del otro, cuando los miembros de la familia se respetan entre sí, y cuando las parejas y los amigos se aman y no se maltratan. Cuando el sistema no es abusivo, las relaciones de poder entre sus miembros son nutritivas, edificantes y satisfactorias para todos. La garantía para que no se abuse del poder está en que las normas del sistema sean justas para todos los integrantes, y que éstas tengan la capacidad de anticiparse para evitar o minimizar el abuso.

Lo que se aplica al organismo individual se aplica de modo semejante al organismo colectivo. Así como el verdadero origen de casi todos los problemas de un individuo está en el abuso, el verdadero origen de casi todos los males de España está en el abuso de poder.  

Antes hemos identificado que la víctima de abuso padece de ira y miedo crónicos, así como baja autoestima y sentimientos de culpa. Es fácil identificar precisamente estos traumas a nivel colectivo en España:

1. Ira. España se cuenta entre los países europeos que ha padecido una de las más sangrientas guerras civiles durante el siglo XX (junto con Rusia y Grecia). Los ecos de la contienda y sus dos bandos perviven hoy en el imaginario colectivo, mas la violencia verbal y la crispación entre los españoles siguen siendo una lacra constante: la vemos en las redes sociales, en los platós de televisión, en las tertulias de radio, en los periódicos, en las manifestaciones, e incluso dentro de los parlamentos como instrumento retórico de la clase política. 

2. Miedo. Los hondos traumas de la guerra civil y la posterior dictadura han convertido al pueblo español en uno de los más acobardados de toda Europa. En España no se vota por convicción, sino por miedo a que salga el partido contrario. El dictador murió en la cama. La llamada «Constitución» se hizo en secreto y con un pueblo amedrentado por el fantasma de una inexistente nueva guerra civil (ruido de sables). El hecho de tener una postura clara contra el poder establecido todavía se percibe con cierto temeroso recelo en el seno de las familias, e incluso a nivel profesional generalmente es visto como «cerrarse puertas».

3. Culpa. Como hemos visto, los abusadores expertos suelen inocular un sentimiento de culpa sobre el abusado, pues es la manera más eficaz de tenerlo bajo su dominio. En España está extendido el cliché «tenemos a los políticos que nos merecemos», o «la culpa la tienen los que votan a X partido que son todos unos…». Estos sambenitos inculpatorios son sumamente autodestructivos, pues hacen que los españoles se sometan voluntariamente al abuso del sistema como una especie de justa penitencia por sus pecados. Y se trata además de un lugar común que es falso bajo el prisma de la ciencia política, pues la experiencia de las eras revela que la bajeza moral y económica trae causa de los gobernantes en mayor medida que de los gobernados: como decía Maquiavelo, el pueblo tiene la religión de sus príncipes (cuius regio eius religio). La autoinculpación de la víctima es de gran provecho para el poder político (abusadores expertos) en su tarea de subyugar al pueblo, haciendo que los españoles se perciban a sí mismos como los «únicos culpables», cuando la causa verdadera del abuso es sistémico: reside en el Régimen del 78 y no en el pueblo oprimido bajo él.

4. Apatía. Con la efímera excepción del 15M hace ya más de diez años, España carece de vigor contestatario. La partidocracia ha sobornado a los sindicatos, mas se ha llegado a la extrema aberración de que los partidos se han incivilizado (han abandonado la sociedad civil para vivir del Estado y ocupar sus instituciones), y lo peor aún: los aparatos de los partidos estatales son los que ostentan el monopolio de la acción política transformadora. El pueblo gobernado se encuentra sin moral para alzarse de manera firme y organizada frente a los continuos abusos y las tropelías diarias perpetradas por el poder político, y se limita a padecerlas con resignación. Nadie está a favor de la cuota de autónomos o del impuesto de sucesiones, pero ahí siguen. Nadie está a favor de la subida del precio de la luz, pero ahí lo tenemos. Nadie está a favor de que los impuestos se lleven seis meses de tu trabajo al año, pero ahí se siguen manteniendo los chiringuitos de los políticos de todo color. A lo sumo los españoles patalean indignados desde casa o en las redes sociales, pero, asombrosamente, y como hipnotizados por unos hilos invisibles, nadie hace nada. Y curiosamente, cuando surge cualquier alternativa de acción civil como contrapoder al régimen establecido, casi nadie la apoya: en seguida se ponen toda clase de pegas desde la comodidad del sofá y sin proponer nada, o bien se urden toda guisa de teorías y soluciones fabulosas, pero sin hacer luego nada por hacerlas realidad.

5. Baja autoestima. El abuso estatal del franquismo, que impuso por la fuerza el patriotismo español desde el Estado, fue un crimen tan atroz sobre la nación que todavía quedan secuelas sin cicatrizar. De hecho, aún se le denomina al bando golpista como «bando nacional», como si los del bando republicano no perteneciesen también a la nación española. La exaltación hacia España se relaciona con ser «de derechas» o incluso con ser un fascista, cuando lo normal es que el sentir patriótico esté fuera de las ideologías o los «bandos», como en la mayoría de los países. Renegando de España y de su grandeza, son muy extendidas las falsas creencias sobre la «leyenda negra»; muchos españoles condenan la Hispanidad, otros muchos ven con buenos ojos que Francia y Alemania hayan desmantelado nuestra industria y nos sometan económicamente a través de la opaca UE, e incluso se ha llegado al extremo de fomentar la autodestrucción territorial de nuestra propia nación.

Y así como los traumas emocionales son causa somática de enfermedades físicas, de modo semejante los traumas colectivos enferman el cuerpo productivo nacional. El desempleo (14,57%), la inflación (5,5%), y la miseria (20,17%) alcanzan máximos escandalosos, poniéndonos por debajo de países como la India.

Véase el índice de miseria Okun para 2021:

Lo bueno de que tales síntomas del maltrato aparezcan tan claros ante nuestros ojos —pues ya vamos elevando poco a poco la conciencia a través del estudio— es que acabamos de dar el primer paso hacia la sanación. Efectivamente, en la terapia de curación para las personas maltratadas, la fase primera es reconocerlo mediante un correcto diagnóstico.

En el próximo artículo abordaré las diez etapas de la curación que ha de seguir un individuo abusado para sanar, y cómo aplicar exactamente esos mismos diez pasos sobre el colectivo español para la sanación de sus traumas. Si España padece de ira, ¡se sosegará en el entendimiento!; si España tiene miedo, ¡encontrará su coraje!; si España se siente culpable, ¡aprenderá de sus errores!; si España está apática, ¡practicará la acción transformadora!; y si España tiene baja autoestima, ¡será un referente para el mundo!

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