Un país desinformado sin Justicia ni Educación.

España parece anclada en siglos pasados, ya que nos separan años luz en libertades de otros países occidentales. España es uno de los países «desarrollados» que tiene implantada la «separación de poderes» y lo pongo entre comillas ya que la realidad es bien distinta.

Perdonen mi prosa y mi absoluto estupor por el tema que traigo a colación, pero considero que, si a esto no le ponemos una solución de forma urgente, será imposible modificar el resto de las situaciones.

Por un lado, tenemos el ámbito de la Justicia, la cual dice ser independiente del poder legislativo, pero ¿es esto real? Si la respuesta fuera afirmativa, ¿por qué nuestros gobernantes eligen a dedo a los jueces que más afines les parezca para los estamentos más importantes? (CGPJ, TS, TC TSJ…). Cabe recordar que estos órganos serán los que posteriormente sean los únicos encargados de poder enjuiciarlos.

Para añadir más leña al asunto, nuestros Gobernantes se guardaron un «As» bajo la manga, y es la elección del Fiscal General de Estado; que para los que entiendan sobre el tema, sabrán el poder que tiene este cargo dentro del órgano judicial, pudiendo condicionar de manera directa el trabajo del resto de los fiscales, pudiendo llegar a impedir que se juzgue a algún político. ¿Dónde está la independencia judicial?

La realidad es que, desde mi humilde punto de vista, la misma brilla por su ausencia. Es más considero, que el Ministerio de Justicia es un órgano que debería despolitizarse o directamente desaparecer como en otros países, pues no tiene sentido que el Ejecutivo meta sus manos en el Judicial por medio de ningún ministro dependiente del Gobierno de turno.  

Por otro lado, la UE ya ha amenazado a nuestro Estado por la situación en la que nos encontramos, ya que no se han renovado los órganos judiciales por la terquedad de nuestros gobernantes. El retraso se ha debido, bochornosamente, a que no se ponen de acuerdo en quien enchufar y darle un carguito. Al unísono de lo que afirmaba, nos intentamos comparar con Alemania, Francia… y nos parecemos cada día más a Moldavia, Venezuela…

Pero si hay poca independencia en el ámbito judicial, cuando centramos nuestra vista en el educativo, la situación es alarmante.

En los más de 40 años que llevamos de esta falsa «democracia» (y lo pongo entre comillas porque, en teoría, es el sistema en el que nos encontramos, pero como ya me he referido en anteriores escritos, la realidad es bien distinta) nuestro país ha tenido seis presidentes del Gobierno diferentes, o siete si tenemos en cuenta los menos de diez meses que estuvo como presidente Calvo Sotelo tras la salida del Gobierno de Adolfo Suárez. En todos estos años ha habido ocho reformas educativas, es decir, una media de una reforma cada menos de seis años, ¡casi una reforma educativa por presidente!

No es mi intención ponerme a nombrar cada una de las reformas, pero sí que considero que nuestros políticos tienen una intención con cada una de ellas: idiotizar a las nuevas generaciones. Hemos llegado ya al extremo de permitir a los alumnos pasar de curso con varios suspensos y que solo se pueda repetir curso como mucho dos veces en toda la educación obligatoria. ¿Qué valor y mérito tendrá el graduado escolar a este ritmo?

Por otro lado, si nuestros Gobernantes cada vez que se realiza una alternancia en el poder realizan cambios sustanciales en materia educativa, ¿no supone distanciar y disociar a las sucesivas generaciones al haber estudiado cada una una cosa distinta? Así no me extraña que España se encuentre disociada de sí misma, y no haya la misma unidad patriótica que en otros países con sistemas educativos estables durante generaciones.    

Aunque suene paradójico, estamos en una sociedad cada vez más informada, pero esta información produce una sociedad cada vez más desinformada. La partidocracia, que se vale de la mentira, de la propaganda estúpida (comunismo o libertad) y de la sobreexcitación infomativa (es decir, de la desinformación), se encuentra como pez en el agua en este sistema de dominio. Tal desinformación desempodera a los españoles, los confunden, y los enfrentan entre sí, el plan perfecto para que ningún contrapoder pueda poner en peligro al sistema de partidos.

¿La solución a ese mal? Pues precisamente lo contrario a dicho mal: empoderarse, reconocerse, unirse y dejar la desinformación (no ver más la TV y ni los medios oficiales), para construir un contrapoder con las cosas muy claras, meridianamente clarísimas: acabar con este sistema y fundar una democracia con separación de poderes y representación verdadera. 

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