Ojalá nos unamos un día sin ideologías ni banderas para boicotear este sistema.
En España no hay ni izquierda ni derecha en realidad, sino que la cosa funciona de arriba hacia abajo. Arriba están los gobernantes y abajo estamos los que obedecemos. Ya gobierne-legisle un partido de «izquierdas» o un partido de «derechas», al final siempre es lo mismo: ellos mandan como los señoritos de su cortijo, y nosotros obedecemos como los labriegos que no tenemos nada.
Tanto los partidos de «izquierdas» como los de «derechas» viven de nuestro dinero, y se dedican a mandarnos a hacer lo que ellos quieren. Y encima les sale gratis, porque cualquier medida que te prometan se paga de tu bolsillo.
Al final todos los partidos acaban abusando, mintiendo y contradiciéndose para mantenerse en el poder y no perder sus privilegios, ante la amenaza de que otro partido les sustituya. Nos mienten diciendo que «representan» nuestros intereses, y que por eso los hemos elegido, pero en realidad nuestros intereses quedan siempre en segundo plano delante de los suyos.
¿Pero cómo puede ser que estos partidos que supuestamente nos «representan», luego hagan cosas que hacía el partido contrario, o cosas que van en contra de quienes les elegimos?
Pues es porque no nos representan. Así de sencillo.
¿Y por qué no nos representan? Pues porque el sistema legal que ellos han montado impide que nos puedan representar. Para representar de verdad a alguien es necesario un contrato que el representado pueda revocar. Imagínate que hago un contrato contigo para que compres manzanas en mi nombre, y empiezas a traerme peras, para después gastarte lo que sobra en tomarte unas cervezas. Y así cuatro años, sin que yo pueda hacer nada. ¿Eso es representación? De ningún modo. Representación sería que, a la primera pera que me trajeras, o como me entere que te has ido de cervezas con mi dinero, yo rompo el contrato, te hago pagar una indemnización, y me busco a otro.
No hay representación sin poder de revocación y vigilancia en todo momento.
Eso no lo tenemos en España, sino que estamos obligados por este sistema a elegir entre unos partidos cada cual más siniestro (algunos de ellos verdaderas mafias) que te traerán peras si les da la gana, y encima se irán de cervezas junto con los del otro partido (privilegios, asesores, chiringuitos).
En las oligarquías u oligopolios, las pocas empresas que manejan el negocio se ponen de acuerdo en unos mínimos para que ninguna pierda, a pesar de que parezca que se hacen la competencia o que están «enfrentadas». En la oligarquía de partidos es lo mismo.
¿Cómo se consigue acabar con un oligopolio? Primero dejando de comprarles más (boicot), y segundo cambiando el sistema de leyes para que no se pueda volver a formar otro oligopolio. Para cambiar la oligarquía de partidos en España sería igual: primero les dejamos de votar (boicot abstencionario), y segundo cambiamos el sistema de leyes para que no puedan volver a formarse oligarquías de partidos.
Ese nuevo sistema impediría la formación de oligopolios, si se basase sólo en pequeños empresarios (diputados de distrito) que respondiesen personalmente, y en todo momento, ante sus compradores (distrito de votantes). De esta manera, por mucho que esos empresarios se juntasen para hacer sus tropelías, cada uno a fin de cuentas responde ante los compradores de inmediato, por lo que difícilmente podrán incumplir o aprovecharse.
Un sistema de leyes así acabaría con la oligarquía de partidos. Pero llegamos a un punto conflictivo, que es el cambiar el sistema de leyes cuando los únicos que pueden hacerlo ahora son, precisamente, quienes están en la oligarquía de partidos. El oligopolio nunca va a querer perder su negocio, y va a luchar con todo su enorme poder para que eso nunca ocurra.
La mayor arma que tienen es el marketing. Como ellos controlan los medios de comunicación y hasta lo que se enseña en las aulas educativas, el marketing de la oligarquía de partidos lo tenemos en la cabeza desde niños, y hasta en la sopa, las 24 horas por televisión y radio. Ese marketing está tan bien pensado que lo primero que hace es negar la mayor: niega la misma existencia de la oligarquía, dice que esto es democracia, dice que hay representación. Invisibiliza el debate para que ni siquiera sea un tema de conversación, y lo sustituye con temas polémicos (tonterías en el fondo) para mantenernos entretenidos con algo de qué hablar, o con algún pretexto para odiar a mi vecino (y echarle las culpas a él), mientras ellos siguen viviendo ahí arriba cómodamente.
¡No me digas que no es la mejor defensa que hay! Las mayores barreras que tenemos están en nuestra mente. Entonces, al controlárnosla, mediante un marketing muy bien estudiado y constante, es cómo la oligarquía de partidos se asegura de que nunca va a perder el negocio.
La oligarquía de partidos (o partidocracia como también se llama), tiene la habilidad de hacer que los políticos parezcan Rockstars adorados por las multitudes. La magia del marketing hace olvidar a las masas. Las divide en bandos fervientes de unos u otros partidos, centrándose en lo que más división genere para que los de abajo se peleen entre ellos, mientras los de arriba se reparten el pastel.
Ojalá mi pueblo despierte un día del sueño partidocrático, que nos divide y que nos enfrenta, mientras los gobernantes se aprovechan. Ojalá nosotros, los de abajo, como hermanos y compatriotas que somos, todos esclavos de la misma oligarquía, nos unamos un día sin ideologías ni banderas para boicotear este sistema.