Zapatero inventa a Borges.

Leo en los medios de comunicación del régimen que Zapatero está escribiendo un ensayo sobre la obra borgiana. Promete el ínclito, por su santa, que no traicionará al gran maestro de las letras hispanoamericanas. ¡Cuidado!

El ex presidente de la cosa, a falta de otros menesteres, después de haber liberado a Venezuela de todos los males de su historia, impartiendo el magisterio de la partitocracia, se reivindica cual plumilla docto.

Digo yo: lectores no le faltarán si contamos los cinco millones de venezolanos que han huido despavoridos de la tiranía del sápatra Maduro; prefiriendo antes el exilio que aceptar la descabellada intermediación en el conflicto, de este lince de la Alianza de Civilizaciones.

El remendón es como la lluvia que según el poeta bonaerense es: «Una cosa que sin duda sucede en el pasado».

Del pasado remoto, hoy está todo caduco, viene este caballero hidalgo: «A desfacer agravios y enderezar entuertos, que no podría sin ésta su lanza, en cuya punta está el hierro de la justicia». Dixit Cervantes de su Alonso Quijano.

De «Héroes y Tumbas», de Ernesto Sábato (se sentía muy feliz el escritor de haberse conocido, sus amigos no tanto, porque se bebía todo el whisky a la primera de cambio), copió nuestro genio patrio, cuando elaboró la Ley de Memoria Histórica, emulando el Informe Sábato. Mal negocio es abrir trincheras donde sólo había tumbas. ¡Ah! Pero a cien mil euros el hoyo (denuncia Royuela que no es Rayuela), a nuestro aspirante a Nobel le salen las cuentas.

Ahora, escucho campanas repicando, ¿a muertos?, que dicen que el vallisoletano anda en otros asuntos, ¿suntuosos?, dando fe de su abnegada bonhomía. A este tío le salen los brotes verdes por sus estúpidas cejas.

Cuentan las malas lenguas, que en España son muchas, que Andrés Bretón escribió el Manifiesto Surrealista con los bigotes de Dalí en su tinta; la de Gala. De alguna forma se tendría que diferenciar este Manifiesto del otro: el del barbudo comunista. ¿Sabrá algo de todo esto el sociata oportunista?, ¿otro ensayo?

Entre ceja y ceja, con el ceño fruncido, este adalid de las grandes causas perdidas, nos sigue sorprendiendo: un conejo por acá, una chistera acullá. En expresiva fiebre creadora, el prestidigitador se nos convierte ¡zás, zás, zás! En un inventor de palabras, así se autodefinía Cela entre absorciones hostiles (¿o eran amistosas?), de palanganas y lavativas; al grito de: «En España quien resiste gana». ¡Siempre por el tafanario! Rabel tabalario.

Entre Ficciones y Aleph, sueños y laberintos; bibliotecas y espejos; mitos y memorias; este forjador de posmodernidad de la socialnada nos va dejando su memoria.

Sin embargo, el tiempo, los laberintos y los nombres de las cosas, son señas de identidad del mundo borgiano y no del zapaterismo zapateado. Ya lo dijo Stendhal: «se escribe para la posteridad».

El portento clásico argentino nos recordó que en su vida siempre hubo tigres. En la de los españoles, este último tigre (vendrán más tigres), es de carne y hueso, no de papel: se llama Zapatero.

Recuerde el alma dormida,

avive el seso e despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando

Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre.

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