A los abstencionarios nos critican por la izquierda y por la derecha.

Las últimas elecciones autonómicas vascas y catalanas rozaron el ecuador de la abstención. Sin hacer diferencias, por desconocer la intención del elector cuando no acude a su mesa electoral a depositar su voto, y no poder confirmar qué porcentaje de vascos y catalanes son abstencionarios o abstencionistas; sí estoy en disposición de afirmar que si el 50% del censo electoral se queda en su casa o se marcha a comerse un butifarrón, o a beberse unos chiquitos, o a discutir sobre la legitimidad del sistema, la mercancía o baratija electoral ya no se compra porque está averiada.

Si se mantuviese en el tiempo esta tendencia sería posible alcanzar la tan deseada y temida cifra del 60%, que no es mágica per se, pero sí condición primera para deslegitimar al Régimen del 78.

No es que tenga el champán en el hielo y alce mi copa antes de vender la piel del oso, porque no sólo hay que matarlo, sino encontrarlo. Sólo digo que, si esto ocurriese, hay que estar preparados fortaleciendo antes nuestra organización interna, de cara a una acción futura de actuaciones y movilizaciones contra el Régimen para golpearlo donde más le duele: en su legitimidad.  Es un recordatorio para la unidad de acción de los repúblicos.

La izquierda podría llegar a ser hasta violenta llegado el momento. Los enfrentamientos con anarquistas y ácratas han sido sonados en la historia por razón de la participación y el voto. La izquierda nos teme porque es consciente de que los repúblicos representamos los valores de la libertad política colectiva que desarma cualquier aparataje ideológico. La izquierda abandonó la libertad revolucionaria por la cosa del asunto social material. Dejó desnuda y traicionada la revolución, atando con cadenas la libertad. La derecha sí utiliza el lenguaje de la libertad, pero la de mercado. Por esta razón serán los últimos que tendremos en frente y los últimos en fracasar, entre ellos, Vox. Al tiempo.

La desobediencia civil, pionera en sus propuestas relativas a la insurrección frente al Estado y la no-violencia de los trascendentalistas americanos, que tuvo como máximo exponente a Thoreau, sin olvidar a Emerson y otros, tuvo a la derecha en su contra con respecto a la abolición de la esclavitud, y a la izquierda por la negativa de pagar impuestos. Los abstencionarios no somos populares a la hora de tener amigos a diestra y siniestra. Que se lo pregunten a Trevijano.

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