La partidocracia se basa en el miedo.
La moribunda partidocracia sólo puede ser alimentada por el miedo. La única legitimidad que le queda se basa en apelar a un instinto embrutecido (uno de los más poderosos que existen) para que las masas, temerosas, acudan a las urnas.
Los eslóganes electorales están al nivel de ese embrutecimiento: «Comunismo o Libertad», «Stop fascismo»… conceptos tan extremos y tan fuera de contexto que no significan nada hoy, ni resisten ningún análisis político o racional serio. Y aunque parezca increíble que alguien en su sano juicio se crea semejante pantomima, el mensaje cuela a través de un poderoso aparato de propaganda a todas horas en todas las televisiones.
Así, en España se vota por miedo. El sistema carece de honor, carece de virtud. Se vota para que no gane el que me da miedo. No se vota a favor de, sino en contra de. Un sistema basado en el miedo, y no en la virtud, es un sistema esclavo de las bajas pasiones, y, por tanto, fácilmente manipulable por quienes están en el poder.
Reflexiona: ¿acaso no da más miedo esta partidocracia, gane quien gane, cuando durante 42 años nos ha llevado a la completa ruina y a la quiebra social? Nunca antes España ha tenido una deuda pública tan enorme, una deuda que pagaremos los gobernados tarde o temprano en las brasas de un infierno fiscal, mientras la clase política sigue ahí arriba llenándose los bolsillos de una manera grotesca y aumentando el agujero.
Pero en los medios de propaganda nadie habla de eso, nadie pone en tela de juicio la partidocracia, sino que desvían la atención a cuestiones superficiales, anodinas o falsas para adormecernos, soliviantarnos, embrutecernos y caer en lo más bajo: en el miedo atroz a la facción contraria por motivos pueriles. En miedo al «Comunismo» o el miedo al «Fascismo», dicotomías infantiles, superfluas, sin significado. ¡Y la gente se las cree sin más! ¿Qué locura es esta?
Las campañas del miedo no persiguen otra cosa que tu voto. Tu voto es lo que mantiene el sistema, es lo único que quieren de ti, porque es lo que permite que la rueda siga girando. En el fondo, a la clase política de los grandes partidos realmente les da igual quién de ellos gobierne, es todo un teatro porque todos salen ganando en cualquier caso. Todos cobran más de siete mil euros al mes que todos pagamos, hagan lo que hagan. Todos se reparten cargos y parasitan lo público. Cuando apoyas este sistema, donde la clase política no puede ser controlada por los electores, apoyas que una clase económica y legalmente superior a ti pueda imponerte lo que le venga en gana, sin que puedas hacer otra cosa que esperar indignado cuatro años (¡cuatro años!) para poder «escoger», durante sólo doce horas, a otra clase superior también incontrolable, y vuelta a empezar. Así nos va.
Una cosa está clara: este sistema partidocrático es una locura, está a la vista de todos. ¿Por qué seguir alimentándolo? ¿Por qué seguir apoyando este sistema de miedo y servidumbre, con un poder estatal incontrolable, y no fundar un sistema electoral de representantes de distritos pequeños, que puedan ser controlados en todo momento por los electores de dicho distrito? ¿Por qué seguir teniéndole miedo a los políticos, cuando debería ser al revés? ¿Por qué no convertirlos en nuestros sirvientes? ¡Sirvientes del pueblo que es lo que se supone que deben ser!
El sistema actual, en cierto modo, sí que da miedo. Concede tan exorbitantes poderes a los partidos que se vuelve una verdadera tiranía oligárquica en la práctica. En España da miedo el que gane porque el propio sistema no pone límites a los poderes: el poder Legislativo forma al Ejecutivo, y ese mismo poder único controla a los organismos superiores de la Justicia y la fiscalía general del Estado. ¡El gobierno legisla! ¿Quién nos protege de él? Cuando no hay separación de poderes entre el Legislativo y el Ejecutivo, el control al gobierno se vuelve una pantomima. ¡Y la broma ya es ridícula cuando hay una coalición de partidos formando el gobierno! Y ni que decir tiene cuando la Justicia está controlada por esos mismos partidos en el poder.
Si lo piensas bien, este sistema consiste en que los de abajo (todos nosotros) escojamos a una serie de caciques para que se lucren con enormes sueldos cada mes (pagados por todos nosotros, claro está), junto con mesnadas de «consejeros» (también sufragados con nuestros tributos), y una serie de regalías para tratar cuestiones que lo único que buscan es mantenerles en el poder a cualquier precio para seguir con el expolio. ¿Quién se cree todavía esta farsa? Y todo esto en plena pandemia, donde, recordemos, ninguno se ha reducido el sueldo; todos se lo han embolsado sin rechistar, y aquí no ha pasado nada. ¡Y con el pueblo sufriendo mientras tanto! ¿Qué razón hay para participar en este engaño?
Naturalmente, la propaganda institucional del caciquismo instalado en España insiste en que vivimos en una democracia con el fin de que sigamos manteniéndoles el chiringuito y los privilegios. De los millones de euros que nos sustraen, no se sabe con certeza a dónde van a parar. La opacidad es total, signo visible de que nos están robando. La deuda pública, mientras tanto, aumenta en caída libre: subirán los impuestos como nunca antes, sin importar a qué partido le toque hacerlo. Y desde luego que lo harán, porque el poder de la tiranía partidocrática no tiene límites, salvo que formemos un verdadero contrapoder de resistencia civil contra todos los partidos.