La moral patriótica nos conducirá a la victoria.
Muchos piensan que hemos llegado a una situación política insalvable. Abatidos, creen que España no tiene remedio. Tal es el pensamiento de los que carecen de moral, los desmoralizados.
La moral está estrechamente vinculada a la vida. La palabra «moral» viene del latín moris, el modo de vivir. La humanidad evolucionó a partir de una moral altísima: un deseo incombustible de vivir y medrar. Entonces: ¿qué cosa hay más contraria a la moral que el no hacer nada para que las condiciones de vida sean las más propicias y prósperas?
El rumbo de un país afecta a las condiciones de vida de sus habitantes. Un mal rumbo puede llegar a mermar la vida de sus integrantes, o frustrarles sus planes de vida.
Así pues, aquel que se despreocupa de su país está descuidando su propia vida y la de sus seres queridos. Todo aquel que no se interesa por el bienestar propio, y el de los suyos, es una persona inmoral.
El amor hacia todos los seres humanos debe guiar nuestros actos. Todos tenemos el deber moral de cuidar el planeta y a sus habitantes con las mayores atenciones, procurando el adecuado progreso de nuestra especie en las mejores condiciones posibles de desarrollo.
Entonces, ¿cómo puedes autoproclamarte como una persona moral si te es indiferente el rumbo político que toma tu país? Si crees abocado al fracaso cualquier intento de salvación o mejora del país donde vives, tu moral está por los suelos. Y mucho más cuando esa idea te lleva a la inacción, al pasotismo, al escepticismo, a no mover ni un dedo para mejorar las cosas; a no tomar ninguna una acción seria y constante para hacerla realidad.
Abandonaste la moral cuando abandonaste toda esperanza. ¡Infame postura la de aquellos que desesperaron! ¿Te haces llamar una persona digna cuando no haces nada por mejorar de verdad las cosas?
No hay una causa más moral que luchar por una buena vida para todos los que viven a tu alrededor y para los que vendrán en el mañana. La moralidad es patriótica por esencia.
La patria es la comunidad humana que permite la convivencia —y supervivencia— de sus integrantes en el mundo. Así como hicieron nuestros padres con nosotros, la patria nos brindó un espacio donde crecer y también conformó una parte de nuestra identidad. El vocablo «patria» deriva de pater, padres, en el sentido latino de «ancestros». Un patriota es aquel que siente amor por la tierra de sus padres, la tierra de sus antepasados: aquel que cuida y honra el lugar donde vive y que marcó su identidad como persona en el mundo; unos paisajes, un clima, una gastronomía y unas costumbres que le dejaron una huella profunda, tan profunda, que ya forma parte inescindible de sus arquetipos psíquicos.
Pregúntate entonces cada día: ¿qué he hecho hoy para mejorar mi país?
La antaño gallarda y honorable España, una nación que ha cambiado en enorme medida los designios de toda la raza humana, ha pasado a ser hoy un país-cantina: una especie de parque de diversiones con alcohol barato para turistas. El sistema de partidos actual, desde 1978, no sólo ha conducido a nuestra economía a un estado de desnutrición, sino que ha absorbido nuestra moral patriótica.
En lugar de esperanzas en el mañana, ¡abundan las masas desmoralizadas a nuestro alrededor! ¡Escépticos de energía paupérrima que creen que España no tiene arreglo! ¡Descreídos que no se toman nada en serio para cambiar las cosas de verdad! ¿Dónde está vuestra moral?
La partidocracia es la barrera institucional y jurídica que impide el desarrollo social y productivo de España. La causa eficiente del hundimiento moral y económico de la nación es la clase gobernante del sistema partidocrático. El normal funcionamiento de la partidocracia, caracterizado por la falta de control del poder, ha conducido de manera apodíctica a que las ambiciones sin límite, y la total irresponsabilidad de los partidos gobernantes, hayan arruinado las arcas públicas, hayan parasitado los medios de comunicación y de educación (convirtiéndolos en instrumentos de adoctrinamiento para mantener la estructura de poder), y hayan propiciado la cada vez mayor destrucción (des-estructuración) del libérrimo tejido productivo civil.
La nomenclatura de partidos española, y su clientelismo vasallático, se mantienen a costa de una monstruosa deuda pública y una carga fiscal aberrante. El parásito cancerígeno causante de la catástrofe, la partidocracia, se expande agresivamente por mantener su posición de dominio sobre el organismo que parasita: no sólo ha comprado a buena parte del pueblo (la gleba apesebrada que depende de las regalías estatales y subvenciones), sino que ha sumido al resto de los gobernados en una lucha intestina para defender a uno u otro pedúnculo de ese mismo parásito. El exhausto pueblo español malgasta ciegamente su energía para apoyar a unos u otros partidos que, en realidad, son múltiples cabezas de la misma hidra.
El engendro parasitario oligocrático (disfrazado de izquierda, centro o derecha) no sólo absorbe nuestro fluido vital mediante los tributos que pagamos a diario, sino que también irradia ondas psiónicas de control mental para dominarnos a través de la televisión y la radio con un continuo lavado de cerebro. El Leviatán patológico que parasita al pueblo decide incluso qué se aprende en los centros educativos y las universidades: ha adiestrado a las masas durante cuatro décadas para que obedezcan y no piensen. ¡Por eso la mayoría de los españoles aún vota y aún cree que vive en una democracia!
El sistema de partidos se alimenta del miedo propagandístico, la mentira institucional y del enfrentamiento entre compatriotas. Mientras el pueblo agota sus fuerzas enfrentándose entre sí, el Poder Oscuro de las cúpulas de partido se reparte el botín. El desconocimiento de más alternativas que votar a un partido u otro, dentro de este sistema político probadamente corrupto por reiterados antecedentes, es la causa de la nula esperanza en el futuro que depositan las masas, perdidas y hundidas en los sucios lodos de la peor desmoralización posible.
¡Debéis tomar conciencia! Regocijaos de toda la belleza y la luz de los cielos que brota de vuestros pensamientos. La más alta culminación de todo cuanto existe es el pensamiento, puesto que conceptuar «la más alta culminación de todo cuanto existe» requiere un ser vivo que tenga dicho pensamiento. Los elementos atómicos forjados en las masivas nucleosíntesis estelares de las fases primigenias del Cosmos alcanzan su más elevada manifestación en las ondulaciones electromagnéticas y fotónicas bajo tu frente. En ti se reúne, entonces, la culminación de todo el Universo: tu vida es el propósito de las estrellas.
Si eres una fuente de tan inconmensurable Luz, ¿cómo hundir entonces la moral en la desesperación de quien no ve más que tinieblas en el porvenir? Nada hay más alejado de la vida y de la moral que renunciar a toda esperanza. ¿Cómo vais a permitir que esta tenebrosa situación política os arrebate lo más valioso que tenéis? ¡Despertad! ¡Encended las lámparas de la Alta Energía! ¡Vivid! ¡Luchad! ¿Sois seres vivos o estáis muertos en vida?
Debéis creer en vosotros mismos. No entreguéis vuestro poder a nadie, y mucho menos al sistema con vuestro voto. Vuestra esencia es única e inagotable; libre y creadora de incontables mundos. Todos sois así: todos y cada uno de vosotros sois obras maestras de la Eternidad, ensoñadas desde el principio de los tiempos en las constantes astrofísicas. Sois grandiosos. Sois increíblemente poderosos, ni os lo imagináis, pero muchos pusisteis vuestro poder fuera de vosotros mismos y dejasteis que otros ejerciesen el suyo sobre vuestra esencia olvidada.
Quien confía en sí mismo mantiene su fuente de poder para sí mismo y jamás se debilita: vuestra debilidad no es real. Vuestra debilidad es una ilusión, un embrujo, definiciones sin valor que otros pusieron sobre vosotros: ¡desechadlas con la tormenta que se aproxima!
Vuestra fuerza radica en la seguridad de ser quienes sois en realidad. Aquel que logra la hazaña de tener fe en sí mismo entra en sintonía con el invencible poder de la verdad. La verdad es invencible porque la realidad es la verdad, y la verdad es lo que crea la realidad. El miedo os convierte en delgadas sombras de vosotros mismos. No tengáis miedo entonces, ¡conservad la fe! A menudo no seréis entendidos ni aceptados por la mayoría desmoralizada, temerosa y que no cree en sí misma, pero eso no os parecerá importante cuando toméis conciencia de vuestro verdadero potencial y de la Luz siempre joven y transformadora que irradian vuestros corazones.