La Mentira Fundamental del Reino: el Régimen del 78 (Parte I).
La clase política, los medios de comunicación mayoritarios, las instituciones educativas y los intelectuales subvencionados, se han ocupado durante 39 años de mantener la Mentira Fundamental del Reino: que la Constitución de 1978 funda la democracia.
La llamo mentira fundamental porque es una falsedad sobre la que se apoya toda una estructura de poder político. Una estructura de poder único, sin separar y sin controlar por los gobernados.
Lo que llamo Mentira Fundamental del Reino encierra dos cuestiones esenciales:
1. ¿Por qué el aserto «La Constitución de 1978 funda la democracia» es el cimiento de todo un Régimen de poder?
2. ¿Por qué es una mentira?
Dedicaré este artículo a despejar la primera cuestión. En mi siguiente artículo me introduciré en la segunda, que es la más ardua, toda vez que es una mentira repetida hasta la saciedad por la clase dominante (a sabiendas o no), y se alaba por el resto de clases dominantes de los países del entorno.
Te pido pues, lector, que seas desconfiado conmigo. Todo lo que leas aquí somételo a tu criterio y contrástalo con todo tu leal entender y la información que puedas reunir.
La primera pregunta que encierra la Mentira Fundamental del Reino puedo despejarla colacionando el pensamiento clásico de Occidente, con las corrientes del pensamiento contemporáneo (producto de los últimos avances técnicos y demográficos).
El principio moral clásico de la virtud (ya de largo tratado en el mundo helénico), esto es, la noción de lo perfecto, o si se quiere, «lo mejor posible que puede ser algo», se identifica en la política moderna con la democracia. Es decir: la democracia se considera hoy lo mejor, lo más perfecto posible; el mejor sistema posible de convivencia para ordenar el poder político.
Curiosamente, no siempre fue así, lector: desde la Grecia de Clístenes hasta la Ilustración, la democracia se tuvo como el gobierno de la chusma; si bien Platón ya la situó (en su obra cumbre, La República) como el menos malode entre los malos gobiernos (porque, a diferencia de la tiranía y de la oligarquía, al menos en la democracia se aseguran ciertas libertades).
Ahora bien, ¿por qué razón la democracia se considera en nuestros tiempos como lo mejor?
Puedo despejar la pregunta observando un hecho demográfico y tecnológico evidente: la sociedad de las masas y de la información (el más importante distintivo de la sociedad contemporánea ya analizado por Ortega y Gasset), demanda participar en las decisiones políticas. Es fácil colegir, pues, que la democracia se considere lo mejor por los gobernados; lo más perfecto para un pueblo gobernado cada vez más interactivo.
Sabiendo esto es lógico que todo Régimen emplee esta palabra para dotarse de virtud y legitimidad, sin importar si es una democracia en realidad o no.
Se constata este hecho si observamos que la palabra no sólo se utilizaba ya en el franquismo (democracia orgánica) y en la Rusia bolchevique (democracia asamblearia o de soviet); incluso la emplean hoy en Corea del Norte (democracia popular), y hasta en la República Islámica de Irán (donde también hay elecciones cada cuatro años y un sistema de partidos proporcional idéntico al español).
Como sabemos que prácticamente todo país del mundo se califica a sí mismo como una democracia —y España no es una excepción—, veamos ahora cuál es el origen de las auto-denominadas democracias de Europa continental. Ello arrojará luz sobre el Régimen español del 78, porque la constitución española fue poco más que una copia1 de la alemana y de la italiana (países posfascistas también).
Bien, imagínate que estás en 1945.
Ponte en la piel de los generales estadounidenses a la hora de estabilizar la Europa ocupada, sabiendo que tienes enfrente a un potencial enemigo: la Unión Soviética. ¿Qué sistema político elegirías para los países que deseas estabilizar y en los que acantonar tus bases y tus tropas frente al Ejército Rojo? ¿Elegirías un sistema donde la masa tuviese poder sobre la clase política? ¿Donde la masa estuviese de verdad representada? ¿O uno donde la clase política fuese la que controlase a la masa, haciéndole creer que la representa?
Naturalmente, mi General, el segundo.
Y evidentemente, lo llamaremos también democracia, para (como todos los Regímenes del mundo) darle una pátina de virtud y legitimidad ante los gobernados.
Así, en 1945, en lugar de entregar una peligrosa representación al pueblo alemán e italiano (por el peligro comunista), los militares de Estados Unidos instauraron unas oligarquías de partidos, o Regímenes de Partidos, a las que llamaron también democracias, para embellecerlas con la idea virtuosa que tiene esta palabra para los gobernados y legitimarlas de cara a la población.
La más simple táctica militar explica que Estados Unidos, que cuenta con un sistema político totalmente diferente a los que instauró en Alemania e Italia (sistema presidencialista y electoral mayoritario, frente al régimen parlamentario y electoral proporcional), instalase en las zonas a estabilizar unos regímenes donde la clase gobernante fácilmente pudiese controlar a los gobernados, impidiendo su representación2. Era conveniente, pues, que la clase gobernante tutelase a la masa, y que no la representase, ¡porque entonces la clase gobernante estaría sometida a ella!
Con una estrategia que ya utilizó Roma contra Mitríades en el Ponto, los Estados Unidos apoyaron a los reyezuelos locales para asegurarse ante todo la estabilidad del escenario posbélico (y peligrosamente prebélico ante un poderoso imperio). Con la aquiescencia de la clase que se iba a colocar cómodamente en el poder, impidieron todo atisbo de representación real a los gobernados, inoculando el dogma oficial de que los partidos de los regímenes instaurados representan a los electores. Cuando la realidad, adelanto, y como probablemente ya intuyas lector, quien toma las decisiones en un Régimen de Partidos no son los votantes sino las cúpulas de los partidos, existiendo un abismo entre éstas y los que depositan el voto en la urna cada cuatro largos años, tras aguantar, con paciente resignación, todo tipo de desfalcos, incumplimientos de promesas electorales y suma incompetencia.
En definitiva: ¿no te resulta curioso que los Estados Unidos instaurasen en los países ocupados un sistema totalmente distinto al norteamericano, y lo llamasen también democracia? El arte militar despeja la cuestión.
Basta lo dicho (ojalá, lector) sobre la primera pregunta de la Mentira Fundamental del Reino.
Para arrojar luz sobre la segunda pregunta (¿por qué la Mentira Fundamental del Reino es una mentira? ¿Por qué España no es una democracia?), es necesario fundamentar dos definiciones con carácter previo para dar el siguiente paso lógico en la demostración:
a) Definir qué es la mentira y qué es la verdad.
b) Definir qué es la democracia.
Dedicaré el siguiente artículo a introducirme en la cuestión previa, y fundamental, de qué es la verdad. Así, si quieres acompañarme, podremos desenmascarar la Mentira Fundamental del Reino con la luz y la nitidez de la razón humana.
(1) Manual de Derecho Constitucional, Miguel Agudo Zamora y otros, Editorial Tecnos, 2010, páginas 89 y 90.
(2) Se volvió al sistema parlamentario y electoral-proporcional de la República de Weimar, donde el pueblo tampoco estaba representado y, como la experiencia del nazismo demuestra, el poder tampoco estaba controlado por los gobernados.