El verdadero fundamento del poder político español.
En el Estado de partidos los gobernados no eligen ni deponen gobiernos, sino que son los partidos quienes lo hacen. Esta verdad está cubierta por mentiras que simulan una democracia.
Con libertades individuales y seguridad, los partidos pretenden —y llegan a saciar de aquéllas— a los gobernados. Los gobernados saciados son los siervos voluntarios que se contentan con poder escoger entre varias opciones aparentemente diferentes, pero fundamentalmente iguales; facciones de un mismo Estado, sin control, y ajenas esencialmente a la naturaleza civil de los intereses de los gobernados. Los partidos estatales sólo responden a sus intereses de poder.
Sin responsabilidad con los electores, su actividad pública radica en difundir mentiras encubridoras de la verdad política, creando la ficción de que hay democracia y libertad.
La mentira se materializa fundamentalmente a través del sistema proporcional de las listas de partidos. Hechas desde sus cúpulas, convierten a los diputados de escaño en mandados de partido a las órdenes del jefe de partido que los puso en la lista. El jefe de partido que aspira a ser jefe del Ejecutivo elige a los diputados de lista para que ellos, por mandato imperativo de aquél (su elector, su jefe de partido) lo voten en bloque posteriormente, devolviéndole el favor en el sucedáneo parlamentario que es el Estado de partidos español.
También se puede dar el caso de que el jefe de partido aspire a ser un actor indispensable para que el jefe de otro partido forme gobierno. En este caso, el jefe de partido ordenará a sus diputados que voten en bloque a la persona con la que ha llegado a un pacto satisfactorio en función de sus intereses de poder. Pero no sólo hay pactos de investidura, los pactos son necesarios constantemente durante la legislatura. De esta forma, ejecutar y legislar sólo son funciones de un mismo poder, sin separación de poderes, pero también sin representación política, ya que los diputados son elegidos por los jefes de los partidos.
Los votantes sólo dirimen la cuota de poder que tendrá cada facción estatal (partido político) de la oligarquía de partidos.
El individuo que se hace consciente de la verdad política adquiere conciencia colectiva al reconocerse parte del colectivo estafado. Es verdad política que hay unos gobernantes y unos gobernados, y éstos, en contra de lo que aquéllos difunden, no tienen fuerza política, por tanto, no participan en una democracia, sino que sufren una oligarquía de partidos de naturaleza estatal: incivilizados y desconectados de la comunidad nacional que gobiernan.
Bajo estas condiciones, los partidos de la oligarquía son capaces de crear un ethos estatal diferente del ethos natural practicado por la comunidad nacional y pretenden infundirlo a ésta a través de la legislación estatal (Boletín Oficial del Estado) y una opinión publicada producto de la conexión de los medios privados que hegemonizan la opinión pública con los partidos del Estado.
El individuo no partícipe de los intereses de poder del señorío de partidos, consciente de la verdad política y que se reconoce como parte del colectivo gobernado, no puede desear otra cosa que no sea la libertad conjunta con sus potenciales conciudadanos, sabiendo así que la libertad de uno mismo pasa por la libertad de todos: la libertad colectiva. Esta lealtad republicana que nace en cada individuo consciente de la verdad política es la que ha de construir los pasos necesarios para institucionalizarla.
Muy perspicuo. Lo difícil es que se hacepte en la razón de los que han crecido en la social democracia y sus variantes.
El proceso es largo. Gracias.
Excelente artículo. Muy claro y resumido.
Esa era mi intención, hacerlo sintético y comprensible. Gracias.