La distopía feminista desde el Estado educador de partidos.

El problema con la ley del «sí es sí» es que no se entiende la verdadera preocupación del feminismo actual. La verdadera preocupación de éste es acabar con el heteropatriarcado, actuar sobre la sociedad, no sobre el delincuente. Es un pensamiento totalitario. El problema que hay con esta izquierda es mucho más profundo de lo que se cree a primera vista.

Lo dijo hace unas semanas Ángela Rodríguez Pam al referirse entre risotadas a las reducciones de penas; dijo que esos ya habían cometido el delito, el mal ya lo habían hecho. Ellas quieren acabar con el delito a través de lo que consideran que es su causa: el sistema heteropatriarcal. Ellas contemplan el delito de agresión sexual como un epifenómeno del sistema heteropatriarcal, lo mismo que pasaría con otro tipo de delitos dentro de los calificados como violencia de género.

Ahí radica la verdadera ideología de esta gente. Pero no es una simple ideología, ya que ésta, de por sí, atenta contra el Estado de derecho tal y como lo conocemos para transformarlo en un Estado totalitario, de corte fascistoide, donde se pretende alienar al ser humano en conductas consideradas correctas. Transformando a la sociedad y a sus individuos, se pretende conducir (de ahí viene Duce) a la sociedad para que sus individuos actúen de manera impuesta desde el Estado.

Ya no sería la coacción de la violencia estatal la principal característica del Estado, sino la educación estatal, el adoctrinamiento desde pequeños y también a los mayores. Es el dominio total de la opinión pública y de la educación con el bombardeo de consignas estatales para que sean inculcadas en las personas y anulen por completo la voluntad individual y la espontaneidad en la sociedad.

En este hipotético y onírico mundo de Estado total ya no sería necesaria la pena porque no existirá el delito, debido a que supuestamente se habría extirpado su causa.

Victoria Rosell lo expresa así: «el punitivismo es una trampa porque el punitivismo es más violencia». Dice Rosell que «imponer una pena a un agresor aísla e individualiza el problema» dando lugar al aislamiento de la mujer al quitar «el paraguas de lo colectivo». Dice que cuando una política sólo puede proponer más penas es una política de pena. He ahí el pensamiento totalitario de esta gente que cree que el Estado es omnipotente; es la secularización de Dios que puede hacer el reino de Dios en la tierra. De esta manera ven que son más libres con una ley integral que con una ley penal, con una ley que no se base en la coerción del Estado, sino en el adoctrinamiento estatal a los individuos.

Esa libertad que cree que dará a las mujeres la ley integral, en realidad será la mayor cárcel que cualquier individuo y sociedad puede tener. Porque, en realidad, es una forma del derecho integrista, es una transformación del derecho basándolo en la alienación y la homogeneización de los individuos por parte del Estado. Es la deshumanización de las personas. Es una utopía que acabaría en una distopía al llevar los derechos (que no el derecho) a su máxima y extrema expresión.

El desastre ya está pasando con la Ley Integral de Violencia de Género que en realidad no ha acabado con ésta sino que ha creado otro problema. Le ha dado un arma a las mujeres malas para que se aprovechen de los hombres y los destruyan. Además, está creando un adoctrinamiento estatal. No está bien jugar a ser Dios. Como dijo Marx en La Crítica al Programa de Gotha, no tiene que ser el Estado el que eduque a la sociedad, más bien ha de ser al revés.

Los regímenes que no controlan al Estado provocan que se quiera que la sociedad sea transformada desde éste, haciendo que el Estado no se ponga al servicio de la sociedad, sino a la sociedad al servicio del Estado.

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