¿Estás dormido o despierto?

Unos de los más bellos cuentos de la filosofía antigua es la Caverna de Platón. Describe de manera alegórica —estimulando las raíces de nuestro subconsciente— el proceso de la elevación de la consciencia. Este mito goza de plena vigencia en el día de hoy. Se aplica igual a las personas de hace tres mil años y a las de ahora. Por eso es clásico. Lo clásico nunca pasa de moda, porque revela un aspecto de nuestra esencia humana imperecedera.

En tiempos de incertidumbre, nihilismo y relativismo. ¡Refúgiense en los clásicos! Cuando estén perdidos y desorientados, ¡consulten la sabiduría imperecedera! Los libros son el bálsamo que curan el alma del aburrimiento y del sopor entumecido de lo vano y lo superficial.   

Les contaré el mito del despertar. Platón imagina que uno de los esclavos de la Caverna es liberado de sus cadenas y puesto en libertad. El prisionero se levanta y camina hacia el exterior de la gruta. Lentamente, alza la mirada hacia la Luz del nuevo conocimiento, y, acostumbrado a la oscuridad de la gruta de la Ignorancia, la luz brillante del exterior le ciega y siente dolor en los ojos.  El Despertar le incomoda. Es una situación desagradable. Pero él sigue adelante y deja atrás su lecho de esclavo para descubrir nuevos conceptos.  

El nuevo despierto necesita habituarse paulatinamente a ver el esplendor del mundo. Entumecido y de forma gradual aprende a discernir los objetos del mundo auténtico y finalmente a mirar directamente el sol (la idea del Bien Supremo).

A través de la observación revela el intervalo y la diferencia del reflejo de las cosas aparentes a las cosas reales en sí mismas. Va desvelando que las sombras de los objetos proyectados en la pared, cuando estaba encadenado en la caverna, no constituyen la verdadera realidad, sino una apariencia.

El recién despierto, asombrado por un horizonte que no alcanzaba a concebir, mira atentamente la bóveda celeste con sus estrellas, y contempla con intensidad y admiración el sol durante el día.

Este camino lo lleva a la comprensión del hecho que el sol es una fuente de conocimiento que da sentido a todas las cosas y representa la idea del Bien que nunca se apaga. Gracias a esa Luz  inmarcesible podemos «ver» las cosas con el ojo interior del Conocimiento.  

El antiguo esclavo entonces sale fuera de la Caverna, ha logrado liberarse, y alcanza cierta felicidad con los nuevos conocimientos y la sabiduría adquirida. Sin embargo, no se siente pleno. Le falta «algo» a pesar de todo. ¿Qué puede ser? ¿Por qué no es pleno aun sabiendo la verdad?

Echa la vista atrás, recuerda su primera morada, es decir, la Caverna. Y entonces advierte compasión por sus compañeros que quedaron atrás prisioneros y siente piedad por ellos, deseando compartir su descubrimiento. No se siente superior a ellos, sino un igual. ¿Es superior una persona despierta a una dormida? No, cada una está en una fase que es buena en ese momento para ella.

Feliz y emocionado por su nueva situación, siente el deseo de descender de nuevo a la Caverna para hacer comprender a sus compañeros de sufrimiento que «el mundo de afuera» es diferente a aquel lugar que conocen y decide regresar para referirles su experiencia y para ayudar a que ellos mismos se liberen.  Es momento de ayudarlos a despertar, si ellos quieren;  a que entren en otra fase buena y natural para ellos, porque el despertar es la fase natural del sueño.  

Finalmente libre, y por tanto complacido de su conocimiento y sin miedo a nada, el despierto decide no quedarse solo. Transmuta su anterior deseo de sabiduría en soledad (contemplando para sí el sol y el mundo real, es decir, la Perfección y la Belleza en sí mismas), y lo convierte en deseo de desvelar la verdad a los demás, desvelarlos del sueño.

Siente «el deber» de retornar a la Caverna para acompañar a sus compañeros de cautiverio y ayudarles a que sean libres. Y con gran valentía regresa a las sórdidas profundidades de la Cueva.

Al comienzo, el despierto tiene que superar la gran dificultad de adaptarse a la tiniebla. ¡Qué difícil es andar en esa oscuridad sin tropezar y dañarse! Así, el esforzado despierto se va desplazado por la Oscuridad que reina en el submundo. Sus ojos, ahora, habituados a la luz del mundo externo, tienen cierta dificultad y desagrado para distinguir las cosas y reconocer, como antes de su liberación, las sombras proyectadas en la pared de la Caverna. Intenta que sus ojos se adapten a la visión de la oscuridad, como eran antes, pero es en vano. Se ha transformado en un guerrero de la Luz, y porque es un guerrero, regresa a las Tinieblas a llevar a cabo una heroica misión.

Él ha llegado a la profundidad de la Cueva, y allí se encuentra a sus hermanos prisioneros, hipnotizados por las sombras de las apariencias y atados al espejismo. Cuando se presenta ante ellos transformado, anuncia la verdad de las cosas que ha visto y sentido.

¡Pero nuestro protagonista fracasa! Los demás le ven diferente. Ha cambiado. Ya no es «normal», y lo rechazan como a un loco, un «inadaptado» a la Oscuridad. Le piden pruebas de ese Sol que se supone que está fuera. No puede dárselas, porque dentro de la Cueva no es posible probar que hay un Sol.

A cambio de su esfuerzo, el despierto obtiene incredulidad, así como la acusación de haber regresado de su viaje al exterior de la Cueva con los ojos dañados. Los prisioneros no confían en el relato del protagonista. Unos se enojan con él y otros se burlan de él. Es ciertamente incómodo que alguien venga a despertarte en mitad de un profundo sueño.

Se oyen gritos:

¡Que no haga tanto ruido!

¡Ese loco no puede probar lo que dice!

¡Fuera de aquí, vete a ese mundo de fantasía y déjanos en paz!

¡Él es un enemigo de la paz y del orden!

¡Es peligroso para nosotros!

Y los prisioneros dudosos, cansados, molestos, enfadados e indolentes, se oponen a ser liberados, y recurren a la violencia. Primero le encarcelan, y después de un juicio en las Tinieblas, le terminan condenado a muerte.  

Así acaba el mito. El sabio se convirtió en loco, porque abajo todo está al revés. Incomodó a muchos y le condenaron.  

Pero algunos, agitados e incómodos,  ya no pudieron volver a dormirse.

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