¡Retomemos los villancicos como expresión política!

Los villancicos surgen en el Renacimiento por medio de canciones populares. Relacionados con melodías interpretadas por el pueblo para contar diferentes situaciones de la cotidianidad (historias de amor, de alegría…) también formaban parte de las canciones de palacio.

El origen no estuvo relacionado a la Navidad. Al principio eran canciones profanas que se interpretaban a viva voz. Los villancicos más antiguos son presentes en registros históricos del siglo IV.

En México se puede estimar la composición «Hoy nació el Redentor del mundo» como el primer villancico natalicio. En España, según la historia, fue el Marqués de Santillana el primero que compuso un villancico en el siglo XV.

Origen del nombre: presumiblemente se trata de composiciones de índole popular, cantadas por los villanos que eran los habitantes de las villas, generalmente campesinos u otros habitantes del medio rural. Los villancicos tienen una estructura propia: se pueden acompañar con diferentes instrumentos (tambor, matraca, flauta, etc.).

Se asocian a fiestas, alegría de un nacimiento, regalos… favorecen una visión positiva de compartir con los otros.

Aristóteles argumentó que la política es una forma de mantener la sociedad «ordenada», además afirmó que todo en el mundo tiene un impulso hacia algo y la vida humana tiende a un «bien supremo» que es la «felicidad».

¿Existe una conexión simbólica entre las ideas de «sociedad ordenada» y «felicidad» de Aristóteles y nuestros villancicos «políticos»?

Los villancicos son una forma musical y poética donde las palabras reales, significativas, y ordenadas armoniosamente generan en el alma sensaciones, emociones… en síntesis producen felicidad.

No en balde, se cantan en la Navidad, una festividad donde todo el colectivo celebra un renacer, la Natividad de una nueva Luz, Amor y Esperanza en la tierra. ¿Acaso no debe ser ese el fin de la política? ¿No fue acaso la venida de Jesús el inicio de uno de los mayores cambios espirituales y políticos de nuestra era?

Por eso el villancico, como expresión espontánea y emotiva del colectivo, del pueblo llano, siempre tuvo una clara función de cohesión social: de caridad al prójimo, a todos los miembros de la sociedad, unidos en la alegría compartida ante una nueva Luz que viene al mundo.

Si bien el significado bruto de política es el poder y el dominio, aspectos temibles, su ética debe estar inspirada por la energía (enérgeia) del villancico: la paz, armonía y buenos deseos a todos los seres humanos. Esas expresiones las tiene el pueblo en el corazón, de manera subconsciente, y afloran en canciones populares, alegres y fraternales.

¡Todo el mundo quiere ser libre, alegre, amar y ser amado! ¿Ello es posible acaso desentendiéndonos del colectivo, de los demás?  

Retomemos pues el villancico como manera de reivindicar la política: pero no la que nos domina, sino la que nos libera, la Libertad Colectiva, sin ideologías, sin deseos egoístas ni falsedades procedentes del poder establecido; una política de valores universales y encaminada hacia la ética; que no busque el poder para imponer visiones parciales de la realidad, sino para contenerse con el máximo miramiento al prójimo, el mayor respeto a la libertad del ser humano.

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