El consenso de la oligarquía se rompe. El Régimen se va desmoronando.

El origen del régimen de partidos, mal llamado del 78, no es la «Constitución», sino el consenso que se fraguó entre los años 76 y 77, aniquilada la opción rupturista que hasta el 76 mantenía la oposición clandestina de la Junta Democrática. Metido Antonio García-Trevijano, su líder, en la cárcel, dio lugar a la traición del resto de clandestinos a la causa democrática, fraguándose el llamado pacto del silencio (que no fue un pacto concreto en realidad); el aquí no ha pasado nada y vamos a llevarnos bien, con estabilidad política suficiente para repartirnos el botín del poder del Estado franquista.

El PSOE llegó al poder más de un año después de la consolidación del régimen tras el 23F. Con una mayoría absoluta abrumadora, consiguiendo 202 escaños, hizo una profunda reforma en la forma de elección de los vocales del CGPJ, haciendo que fueran los partidos políticos en el Congreso de los diputados y en el Senado los que eligieran los vocales. Pero no se formaría este gobierno de los jueces con mayoría absoluta, de la cual el PSOE disfrutaría hasta entrados los años 90, sino que hizo que se necesitasen 3/5 partes (210 diputados) del Parlamento. Esto indica una relación de fuerzas con consenso, donde la mayoría no era suficiente para el partido que gobernaba con mayoría absoluta.

La relación de fuerzas con consenso también se puede explicar a la hora de formar gobiernos sin mayoría absoluta. Tras los felices años 80 en el partido socialista, llegarían los convulsos años 90, con numerosos casos de corrupción que terminaron por eliminar al partido de Felipe González del Gobierno de España en 1996. Pero antes, en las elecciones de 1993, el PSOE ganó las elecciones con un claro deterioro en su hegemonía electoral. Fue entonces cuando se pusieron en funcionamiento los pactos de investidura.

Tras la etapa de hegemonía electoral abrumadora del partido socialista no llegó el bipartidismo, sino que llegó una nueva relación de fuerzas con consenso de dos partidos fuertes que se jugaban gobernar (PP y PSOE) y dos partidos «bisagra» que se aprovechaban de la situación y que mostrarían no tener ningún problema en pactar con uno o con otro para obtener privilegios en sus territorios, ya que gobernaban en País Vasco (PNV) y en Cataluña (CIU).

En la época de pactos de investidura con una relación de fuerzas con consenso, los partidos que pactaban para formar gobierno no tenían ningún reparo en hacerlo con cualquiera de los dos grandes, excepto los propios PP y PSOE que no pactaban entre sí para mantener la ficción democrática y el eje también ficticio izquierda-derecha.

Tras el fracaso del PSOE felipista, el partido necesitaba rehacerse políticamente. Para ello necesitó romper con el consenso. En primer lugar gobernó en Cataluña sin mayoría de votos, haciendo una coalición (pacto del Tinell-tripartito), siendo ésta, la política de coalición, contraria al consenso por ser política de bandos, y derribando a CIU del poder con dos nuevos actores a ser relevantes en la política española.

Luego llegó el 11M (aún hay muchas dudas sobre la autoría), que provocó la caída de un PP que se veía ganador, dando paso gobierno de Zapatero. El PSOE rompió con el pacto del silencio, cimentador del consenso de la transición, con la Ley de memoria histórica. Además pactó con ETA poniendo fin a su actividad, que fue pieza clave durante el consenso (condenar a ETA hacía formar parte del consenso) e inició una época de cambios profundos en los Estatutos de las autonomías a raíz del Estatuto de Cataluña, un Estatuto con sesgos soberanistas al que el Tribunal Constitucional declaró la inconstitucionalidad de numerosos artículos.

El gobierno de Zapatero culminó con una crisis sin precedentes que dio lugar a que saltase por los aires la corrupción del PP- PSOE, pero también de otros actores durante el consenso de la política española como CIU. Como consecuencia de esto, se pasó de la ruptura del consenso original precrisis, a la política de no consenso sistemática postcrisis, que se ha ido acentuando producto de un sálvese quien pueda, en un régimen que hace aguas.

Prueba de esto son la aparición de partidos emergentes, la abdicación de Juan Carlos, el proceso soberanista, la radicalización de las posturas en general, pacto inédito de PSOE con el PP para investir de nuevo a Rajoy como Presidente del Gobierno, la moción de censura del PSOE al PP que dio lugar a un cambio de Gobierno del PSOE, convirtiéndose el primer gobierno de un partido que no es el que más escaños tiene en el Parlamento español, el primer Gobierno de coalición en la historia de España, etc.

El estado del consenso es precario, roto el consenso fundador, y con una política más tendente a las coaliciones.

La incapacidad de renovar el CGPJ demuestra esta nueva etapa de no consenso. Ni un hombre de consenso como Feijoo se ha atrevido a restaurar el consenso sistemático en la política española, y ante las malas consecuencias electorales que tendría si lo hubiera hecho, decidió retractarse en el último momento y dejar el CGPJ sin renovar.

El CGPJ sirve como baremo para evaluar el estado del consenso en la relación de fuerzas de los partidos en España.

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