Yo no me quejo, ¡actúo! ¿Y tú? ¿Haces algo?

Quería comenzar este escrito para dar las gracias a todos los que nos seguís y nos apoyáis. Este movimiento que hacemos cada domingo ocupando la plaza, y otros tantos días de más acciones, es lo que nuestros políticos deberían hacer por nosotros: atender el interés común, conociendo de primera mano cuáles son los problemas de la ciudadanía, y cuál es su sentir con respecto al panorama nacional e internacional. Pero como ya hemos visto dista mucho de ser una de sus preocupaciones.

Dicen algunos que el Covid-19 ha sido una de las pandemias más perjudiciales de los últimos tiempos, pero la realidad es que hay otra más importante, y es precisamente el sueño profundo en el que nos encontramos; viviendo en una vorágine de corrupción, eliminaciones de derechos, y por qué no decirlo, desazón por la política.

Cada vez más existe un descontento por parte del ciudadano con nuestra clase política, porque los que deberían ser los representantes de los ciudadanos, siguen siendo las marionetas del auténtico poder: los bancos, los grandes empresarios, la UE, EE.UU, y otras entidades de importancia sideral.

Dejando de un lado el aspecto emocional, estamos viviendo una época de recesión, pero no de recesión económica sino de derechos, ya que cada vez más los políticos utilizan la mínima excusa para suprimirnos los derechos que con tanto esfuerzo consiguieron nuestros abuelos, los padres de ellos y así sucesivamente, permitiendo que aquello por lo que ellos lucharon y murieron caiga en saco roto.

Aguantamos porque nos repetimos como mantras: «Es imposible», «Bueno en otros países están peor», «Bueno qué más da, no se puede hacer nada….». Mentiras, y más mentiras que nos decimos a nosotros mismos para no ser valientes, para no enfrentarnos a nuestras propias limitaciones, a nuestros propios defectos.

Así nos convertimos en exactamente lo mismo que los políticos de los que nos quejamos: preferimos tener a otro que haga el trabajo por nosotros, que otros luchen, y llevarnos el mérito…

Creo que ya es hora de que nos levantemos, asumir responsabilidad personal para solucionar personalmente este problema; hacer algo, implicarte por los demás.

Los políticos nos pueden «llegar», porque en época de elecciones todos se muestran simpáticos y embaucadores (todo falacias, para que creamos en el sistema y sigamos manteniendo sus privilegios), pero lo que no hacen es «llenar»; llenarnos de verdadera humanidad, de ilusiones, de esperanzas reales, de posibilidades de encontrar un trabajo, de prosperar en la vida… todo lo contrario, su gestión egoísta y partidsta de lo público nos hunde el futuro a todos.  

«Llegar» o «llenar»: como una simple letra cambia el sentido de la frase. Pues esto es lo mismo: un simple gesto de cada persona cuenta para poder cambiar el sentido y el paradigma de la situación española.

No es cuestión baladí, pensar que estamos en una situación de no retorno. Pero la realidad es bien distinta, ya que en situaciones peores el pueblo se ha unido derrocando lo que piensan que es justo. Así que, lo que no podemos hacer es quedarnos en casa, esperando que otro luche por ti, y muera por ti, porque eso ya lo hicieron nuestros antepasados, y estamos tirando por la borda lo que nuestra sangre consiguió.

Y sí, digo nuestra sangre porque si nuestros familiares se sacrificaron por nosotros para cumplir con su noble sueño de que podamos vivir en una democracia, nosotros no nos estamos comportando a la altura; la democracia sigue sin existir en España, y con nuestra pasividad permitimos que arraigue la dictadura de partidos, la partidocracia que está fagocitando nuestro porvenir.

En la dictadora de partidos se reparten el poder en nuestra cara: se reparten el dinero que gana con tanto esfuerzo cada trabajador con su propia sangre y esfuerzo (madrugando, o rechazando poder permitirse unas vacaciones); todo para mantener a los vividores del sistema partidocrático con unos impuestos desmedidos. Y digo desmedidos, porque no existe ni tan siquiera un control de lo que pagamos, ni sabemos dónde van dirigidos nuestros tributos, más allá de lo que queda alguna remota vez queda probado en casos flagrantes por sentencia firme del Tribunal Supremo (organismo judicial controlado por los partidos).

Es vergonzoso que las desviaciones de dinero público para intereses particulares de los políticos no se puedan recuperar. Que esos señores se vayan a pasar una temporada en la sombra con todas las comodidades habiéndonos robado.

Y sí, digo robado, porque no solo nos usurpan derechos, sino oportunidades de tener un futuro mejor. Con ese dinero desaparecido se podría beneficiar la calidad de vida de tantas familias… En definitiva, por cosas como esta, lo más indigno posible es que sigamos sin ponerle límites al poder, sin hacer nada, conformándonos… En cambio preferimos quedarnos en el sofá aletargados y viendo La Isla de las tentaciones, Sálvame, o series de Nexflix, HBO, Prime Vídeo… haciendo que con nuestra actitud indigna esa pandemia de sueño profundo sea cada vez mayor.

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