La necesidad de Chile como actor de La Revolución Hispana (parte II).

La tiranía es cuando un gobernante hace lo que quiere hacer de forma legal porque tiene la potestad de hacer leyes, ejecutarlas, y además, tiene manejo de lo juzgado. Es decir, porque acumula el poder de forma absoluta en último término. Pero inclusive hemos llegado al punto del despotismo, que se define por el gobernante que puede hacer algo por encima de la ley. Por ejemplo, son indiferentes y subjetivas las apreciaciones de las medidas acaecidas durante la pandemia que ha golpeado recientemente, ya que son indiferentes las opiniones sobre las cuestiones sanitarias cuando se está hablando sobre el poder político; lo que sí es objetivo con independencia a lo anterior es que hay gobernantes que pueden actuar por encima de la ley, más allá de la ley, sin que esto conlleve responsabilidad alguna, y esto es la definición de despotismo.

Está naciendo la Revolución del siglo XXI bajo la influencia de una nación que desfallece como la española; y sin embargo, es el momento cercano a la muerte el que consigue revitalizar al cuerpo o dejarlo ir hasta el olvido. Es este momento el que estamos viviendo, el de la Revolución de la libertad política de España, que amenaza a la tiranía y quiere implementar la separación de poderes en el Estado. Es el momento en el que surge una izquierda «pura» (según una definición clara respecto al Estado), por la cual la atomización incompleta de las sociedades en ciudadanos se quiere completar con el principio representativo que vehicule las voluntades de los ciudadanos hacia los gobernantes. Ambas cuestiones dan a luz a la primera democracia del siglo XXI y a la séptima generación de izquierdas de la historia.

La Revolución Hispana es del mundo por el número de ciudadanos que contiene, y al mismo tiempo no puede venir de otro lugar que el propio, por la lengua y culturas compartidas, por la historia que les precede de forma genealógica. La revolución francesa hizo para el mundo la diferencia entre Estado y Nación, y generó a los ciudadanos incompletos faltos de libertad política; la nueva generación de izquierda definida va a transformar al ciudadano incompleto en ciudadano libre, y al Estado sin control en Estado controlado por la Nación política.

Recientemente los chilenos han rechazado una Constitución, que en España ha sido bastante defendida por los poderes mediáticos. Y la han rechazado bien, al quedarse con algo malo y evitar aceptar voluntariamente algo peor. El problema es que no entendieron que los procesos constituyentes, como la Transición española del 78, son movimientos que hacen que el poder se transforme para sostenerse. Los procesos constituyentes son promovidos por el poder político, y en interés del poder político, pues nadie se da un tiro en el pie de buena gana. Es la sociedad civil más allá del partidismo político (de la falsa dicotomía de izquierdas/derecha) la que tiene capacidad de constituir su Estado y sus reglas que le capaciten para ser enteramente libre e igualitaria. Y el que lo niega, lo hace por desconocimiento de la historia que parió la revolución francesa y la guerra de independencia de EE.UU respecto a la corona inglesa. El que lo niega a sabiendas, se basa en la mala fe.

El mundo hispano va a cambiar, y la Revolución de la libertad política de España no solo va a alumbrar a la primera democracia del mundo, sino que verá nacer la Confederación Hispánica como nuevo actor geopolítico en el ámbito internacional. Eso no solo tiene sentido, sino que es propicio para que las naciones de América del sur y la nación española se quiten el yugo de los Estados que las oprimen y al mismo tiempo alcancen la libertad sus ciudadanos por vez primera en la historia.

España está falta de una gran revolución, que se presume pacífica al transformarse los Estados dictatoriales basados en la fuerza en oligarquías basadas en el engaño; y en América del sur corren aires de cambio, pero aún los hombres del tiempo no saben discernir en qué dirección sopla.

Y no es difícil ni complicado aquello que tiene un camino visible y donde se ve desde lejos el puerto al que se quiere llegar, sino que requiere únicamente la voluntad de caminarlo. Todo hombre y mujer somos borregos en distintas cuestiones vitales, porque el sesgo es inherente a cada uno de nosotros, aunque no esté de forma presente y palpable en todas las cuestiones vitales al mismo tiempo y de forma compartida. Pero mantenemos un sesgo histórico compartido, un velo que hace la penumbra, unos árboles que impiden ver el bosque al conjunto. Se requiere verse y saberse siervo primero, para conseguir la libertad de todos después. Se requiere sobreponerse al letargo para estar despierto, o nacer cuando uno está muerto para tener la vida en libertad. Se necesita apuntar a la luna con el dedo, y que el vecino mire a la vez a la luna y no al dedo. Se llama el despertar de la consciencia política, y la bola de nieve ya está en marcha: se hará grande, y quieras o no, tendrás que moverte a uno u otro lado, pero serás con seguridad movido a un lugar distinto al de la rueda del hámster.

Huid pues de aquellos que se llaman de «izquierdas» y atacan a la Nación política como sujeto de derecho capacitado para darse la ley; huid de aquellos que buscan confederaciones internas que requieren la destrucción del sujeto político para luego juntar las piezas o repartirlas al mejor postor; huid raudos de aquellos que usan palabras bonitas emulando cantos de sirenas al mismo tiempo que sus recursos y poder crecen en proporción contraria a los individuos faltos de libertad política; huid de la falsa dicotomía de izquierdas y derechas que ponen el freno a la razón que nos hace humanos y distingue de los animales; huid de la polarización y división social que se basa en el divide y vencerás táctico de las acciones militares; huid de las ideas hegemónicas vendidas en todos los medios de televisión y prensa que ablandan las neuronas y adquieren vuestras almas sin contraprestación alguna; huid de aquellas personas que definen la derecha como valores tradicionales religiosos cuando las sociedades occidentales ya se basan en una moral cristiana con independencia a que se sea creyente o practicante; huid de aquellos que abrazan el multiculturalismo de culturas históricamente incompatibles; huid de aquellos que utilizan las fronteras territoriales como arma de acción política que solo conseguirá destruirlas.

Huid pues a lugar seguro; bajo la guía del conocimiento político y la luz de la libertad nos encontraremos todos juntos a la vuelta de la esquina. Algunos somos pacientes y os estamos allí esperando, manteneos tranquilos, no nos vamos a mover.


David Martín es autor del libro Democracia, el poder del pueblo, disponible en:

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