La virtud del abstencionario.

Desde el punto de vista más inteligible, hemos de dar las gracias a don Antonio García-Trevijano —gran pensador español interesadamente silenciado— al acuñar el término «abstencionario» para diferenciarlo claramente del de abstencionista. Es simple: el abstencionista participa de una abstención técnica, es decir, no vota porque no le interesa la política y quizá ni la comprenda.

El abstencionario no vota y participa de una abstención activa, es decir, no vota porque pretende forzar un cambio, conoce bien el régimen político y está muy interesado en la política. Dado que la abstención técnica y la activa pueden ser vistas como polaridades de una misma cosa, mi intención aquí es parir un pensamiento filosófico a raíz de estas resumidas definiciones.

Para ello, es necesario hacer una división clara de la tipología relativa a las distintas posibilidades de ejercer el derecho al voto, a saber: Voto por opción: emisión de una opinión, fuerza ejercida en un sentido específico. Voto nulo: opinión no válida formalmente, no contable en sentido alguno, errónea y que ejerce fuerza en la participación del sistema. Voto en blanco: emisión de una ausencia de opinión, que ejerce fuerza en la participación del proceso. Abstención: la no elevación de opinión ni de fuerza.

Refiriéndonos a estas acepciones de opinión como las platónicas —de contenido o ausencia de conocimiento en distinta amplitud y profundidad— vemos que existen tres tipos diferenciados de opinión que tienen fuerza, y un tipo sin opinión visible ni fuerza. Se deriva de aquí que la abstención contiene al ser: el alma, lo inmaterial e inmutable, la voluntad de poder. Porque no puede existir voluntad de poder ni opinión sin esencia de ser; el voto en sus vertientes es la opinión y fuerza con mayor o menor conocimiento, y la voluntad de ser queda representada por la abstención. Sin opinión, se mantiene una inmutabilidad, que es el ser —ergo es la abstención la que no eleva opinión visible porque es imperecedera, como el alma—.

Por tanto, la abstención no puede estar fuera del derecho al voto, pues es parte constitutiva de tal derecho —no puede verse el acto de votar como un deber—. Si el derecho al voto es, la abstención es su entidad de ser. Emitir un voto —la elevación a fuerza y opinión— es la parte material de la inmaterial. El todo son ambos, votar y no votar. Es el frío y el calor, ambos se definen por la existencia del otro, pero el agua o el fuego cesa o se aleja cuando se tocan. Esto sería una definición filosófica del derecho al voto, sus tipos y esencias. Intenta describir y demostrar la esencia del derecho al voto.

Dicho de forma más sencilla, el derecho al voto no existe sin la abstención, pues en tal caso sería una obligación y no un derecho. Este derecho, entonces, se constituye por la abstención, y sin ella no es un derecho real. Podría tener apariencia de derecho, pero no podría serlo más que en esa apariencia. Podemos ahora diferenciar al individuo que ejerce la abstención, su virtud y vicio, la manifestación de la verdad de ser. El vicio es representado por el abstencionista, no tiene voluntad de ser. El que no vota lo hace por omisión de acción, por inmovilismo, por ausencia del devenir. No participa del ente, no forma parte del ejercicio del derecho al voto, porque no es.

El abstencionario es referido al individuo que es, asume su voluntad de ser y actúa por acción siguiendo la relación de causa y efecto: actúa por voluntad de poder. Se sigue que en última instancia sí participa y ejerce el derecho al voto precisamente no votando, porque es ente. El abstencionario representa a la virtud, al disponer de un conocimiento profundo de ser, a su esencia de devenir, a su modo de manifestarse por acción de omisión.

El abstencionario es el que tiene capacidad de cambio al actuar desde el conocimiento, de forma coherente, honesta y con intención de verse a sí. El ser autoconsciente. El abstencionario existe porque se determina a sí mismo a existir. Y hay similitudes filosóficas en otros ámbitos: Se llama espontánea a una existencia que se determina por sí misma a existir. (…) Existir espontáneamente es existir para sí y por sí. Una sola realidad merece, pues, el nombre de espontánea: la conciencia. Para ella, en efecto, existir y tener conciencia de existir son una misma cosa. (…) La única manera de existir para una conciencia es tener conciencia de que se existe (Sartre, 1984, pág. 161).

En una correlación de fuerzas, el voto por opción ejerce fuerza para sostener el sistema establecido, sus ejes de acción son los de refuerzo del poder y endogamia en la forma. En oligarquías representa la acumulación de poder, emana un sometimiento voluntario y refuerza los regímenes no democráticos. El poder establecido, el régimen político, fomenta la opinión a través del voto sin base en la legitimidad y el conocimiento real, pudiendo ser falsamente tomado como adalid de la democracia. La abstención activa ejerce una fuerza en sentido inverso, como precursor de cambio en el eje que deslegitima al poder y exogamia en la forma.

En contraposición a la endogamia, la exogamia dispone de apertura y aplica fuerza sobre el poder en sentido inverso a su acumulación. Por ello constituye una fuerza deslegitimadora de los regímenes no democráticos. El voto nulo y el blanco no contienen capacidad de cambio, pues el voto nulo es un error en sí mismo, y el blanco vislumbra que no se tiene opinión. Aunque estas opciones no apoyen de forma explícita a ningún partido, sí refuerzan el sistema político por su participación y lo legitiman. De todo lo dicho se hace ver cada tipo de voto; el voto por opción, el nulo y el blanco sostienen y alimentan al régimen de poder establecido en la partidocracia —a la oligarquía hecha ley por motivo de la sociología—, mientras que la abstención activa representa el estímulo de conciencia de existir en regímenes no democráticos.

El proletariado moderno (…) termina por creer que yendo a las urnas y confiando su causa social y económica a un delegado asegurará su participación directa en el poder. (…) Los partidos (…) reaccionan con máxima energía contra todo intento de analizar su estructura o su naturaleza, como si fuera un método de vivisección. (…) Aquellos representantes de esas organizaciones cuya honestidad científica y buena fe personal les impiden negar abiertamente la existencia de tendencias oligárquicas (…) fuerzan por explicar estas tendencias como consecuencia de una especie de atavismo en la mentalidad de las masas. (…) Nada podría ser más acientífico (Michels, 2008, pág. 193).

Por el contrario, en el régimen político con aplicadas reglas de democracia formal y valores, la abstención no hace fuerza en ningún eje. Porque solo queda la abstención técnica como motivo de ser y la abstención activa que tiene la fuerza de deslegitimar no podría deslegitimar el régimen que es ya de por sí democrático y legítimo.


Extractos del libro Democracia, el poder del pueblo, de David Martín.

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