Las 4 características que convierten a los políticos del Régimen en una clase superior.

Los políticos de la partidocracia española son como la nobleza del Antiguo Régimen. Conforman una clase social por encima del resto de los mortales: despótica, caprichosa, inútil, y que vive mantenida por el pueblo, al cual arruina y, encima, trata con la punta del pie. ¿No se supone que dejamos atrás la Edad Media? ¿Qué broma es esta?

Pero un día me encontré a un marxista que me dijo que en España no existe la «clase política». ¡Sugerente! Me interesó escucharlo. Según me dijo, en España las únicas clases antagónicas que están vinculadas en una relación de dominador-dominado son los burgueses con los trabajadores.

No tengo nada contra el marxismo, ya que respeto todas las confesiones religiosas. Pero la visión de este compadre estaba viciada por un sesgo cognitivo fruto de su ideología dictatorial. Como todo ideólogo, él negaba una parte de la realidad. Porque en España, a la vista de todos nosotros, hay una clase superior. Una clase que somete al pueblo a sus ambiciones. ¡Ojito! No niego que existan otras clases con poder por encima nuestra, pero la clase política es una de ellas.

Hablamos del mismo sesgo anticientífico en que incurrió hace tiempo Julio Anguita, quien también creía (¡qué mono!) que él no pertenecía a «la clase política». Pero la realidad material, objetiva, observable y empírica, es que sí. Todos los políticos conforman una clase social que pasaré a definir en sus características principales.

La primera característica para que hablemos de una «clase» social es la permanencia en el tiempo de los individuos que la conforman. Pues bien, quienes conforman nuestra catastrófica clase política no son individuos dedicados a una actividad circunstancial y limitada en el tiempo. No son personas de la sociedad civil que están de paso por las instituciones y que deciden servir a los demás por un bien colectivo, noble y superior, para volver a sus trabajos anteriores una vez acabado el servicio. No, no, para nada… los políticos españoles más poderosos son auténticos dinosaurios antediluvianos

Ejemplos como Puyol, Llamazares, Villalobos… casi todos han permanecido en el puesto décadas. O mirad al tenebroso Sánchez, que lleva desde 2004 viviendo de la política. El Tyrannosaurus rex de Feijoo lleva desde 1991. El tarugo de Abascal toda su santa vida, y la Yolandilla de Tormes desde 2007. ¡No se salva ni uno!

En la partidocracia, la condición de político se «profesionaliza». Es necesaria una envilecedora militancia durante años en un partido estatal a tiempo completo; bandas mafiosas donde sólo los sujetos de la peor calaña aguantan y logran ir ascendiendo. Que todos los jefes de partido pasen por un nido de ratas durante años convierte al sistema partidocrático en algo perverso.

Una experiencia así forja el carácter de cualquiera… y creedme, no para bien. De ahí salen caudillos que, al no haber cedido nunca ante nada ni nadie, aplastan a los demás sin escrúpulos. Mienten, traicionan, ocultan… todo para lograr el despiadado ascenso al poder.

La siguiente característica definitoria de una clase social es material. Esto se traduce en su afectación al proceso productivo, es decir, si compra o vende fuerza de trabajo. Pues bien, la clase política española domina la tributación, que es un factor productivo esencial. Y la europea domina el poder monetario y arancelario. Y además, los políticos tienen rienda suelta para arrendar fuerza de trabajo mediante contratos públicos: les viene al dedillo nunca mejor dicho.  

La tercera característica para entender que estamos ante una clase social es normativa. Ello se traduce en la obtención o la carencia de privilegios jurídicos con respecto a las demás. En el caso de las élites empresariales tales privilegios jurídicos se disimulan… pero en el caso de los políticos te hinchas de reír de lo descarado que es: todos sabemos que gozan de aforamientos, estatus legales y otras regalías de clase (sólo para los políticos) vedadas al resto de ciudadanos. Eso sin hablar de los disparatados sueldos que ellos sí tienen y tú no.

Y, por último, la cuarta característica de una clase social es moral. Ello se traduce en que sus integrantes comparten unos intereses comunes marcados.  Los pillines de los políticos aquí lo tienen claro y todos van a una. Todos quieren que no se toque el funcionamiento de la partidocracia para seguir repartiéndose el botín, mientras parece que nos sirven a nosotros. Negocio redondo, todos ganan.

Resulta bastante obvio, en suma, que quienes pertenecen a la clase política forman una clase propia, sui géneris, diferenciada del resto y con sus características comunes. La «clase» es un concepto sociológico muy asentado en filosofía política, ya empleado por Mosca en el siglo pasado, y desarrollado por Gramsci en su definición de sociedad civil y sociedad estatal, introduciendo a los políticos en esta última categoría.

Además, «clase», es hablar con propiedad. Definición de la RAE:

1. f. Conjunto de elementos con caracteres comunes.

2. f. Conjunto de personas del mismo grado, calidad u oficio.

En conclusión: los políticos constituyen una clase social cuasi-permanente y endogámica, diferenciada a nivel económico y legal (privilegios y aforamientos), y gozan de enorme influencia (cuando no dominio) sobre el resto de las clases sociales. Hay quien se pasa ya tres pueblos y los llama «casta»… os diré mi opinión. Si bien es muy gráfico (y me gusta), se trata de una palabra más relacionada a los estamentos religiosos de la India, o al origen sanguíneo por linaje, por lo que no es del todo exacta para referirnos a los políticos del régimen.  

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