Fundamentalismo democrático.
Lo que está pasando en España es la reacción de una sociedad intoxicada por el fundamentalismo democrático ante una dosis de realidad como es la invasión de un país a otro, la crisis económica, la crisis energética, etc.
El imperio es el motor de la historia, y la guerra no es más que la manera de accionarlo, la chispa. Todas las civilizaciones, sociedades, establecimientos etc. se asientan en los cimientos que se forjaron tras la guerra, donde se declaró un ganador, y ese ganador construyó y comandó ese establecimiento.
Nuestro pacifismo no es más que una ideología provocada por la impresión de tranquilidad tras la unipolaridad mundial de Estados Unidos. Pero en realidad el pacifismo es estúpido, porque la paz es un concepto negativo que significa que no hay conflicto violento declarado, precisamente porque hay uno que tiene la fuerza hegemónica, y con esa potencial violencia suprema sobre el resto —y aceptada por el resto— se da la paz.
La violencia garantiza la paz: Si vis pacem, para bellum: Si quieres la paz, prepara la guerra (Vegecio).
Ocurre lo mismo en el Estado. El Estado es garante de la paz y la seguridad en un territorio, precisamente porque es el monopolio legítimo de la violencia (Max Webber). Sin las armas del aparato coercitivo estatal no podría existir la paz y la seguridad que el Estado provee. O como decía Gianfranco Miglio, el Estado es la antítesis de la guerra civil; es decir, no hay guerra civil con un monopolio de la violencia mediante un aparato coercitivo establecido en un territorio.
No hay un Estado que gobierne el mundo, pero ha existido desde hace décadas, antes de la caída de la URSS incluso, un hegemón incontestable mundial que ha asegurado una pax mundial; como Roma estableció la pax romana cuando acabó con Cartago. Ahora esa potencia está perdiendo hegemonía; Rusia ya no es la débil de los 90, ni ese grupo de países del que forma parte llamado BRICS son los tercermundistas del siglo XX.
Dejen de vomitar fundamentalismo democrático, seres de luz, dejen de creer que hemos llegado al fin de la historia, dejen de creer que el reino de Dios es posible en la tierra… Malditos moralistas, si quieren espiritualidad, mejor crean en el cielo después de la muerte, y dejen de dotar al mundo terrenal de utopías que nos conducen al más absoluto nihilismo.
La democracia no es más que política, procedimental, unas reglas específicas de juego político (representación del elector y separación de poderes) con calado interno en un territorio. No es un modo moralista de conducta ni se puede aplicar fuera de unas fronteras. La democracia pertenece a la relación entre gobernantes y gobernados, no a la relación entre países: esa relación está regida por la ley del más fuerte.