El nuevo espíritu del poder.

Creo que una de las razones que han hecho famoso al premio Nobel de Economía Richard Thaler es la tesis sostenida en su libro publicado en el año 2008 y titulado Nudge. Thaler es un pionero en lo que vienen llamando economía del comportamiento, y según se dice, su libro ha dado lugar a lo que hoy se conoce como la teoría del empujoncito (Nudge theory).

Hasta hoy desconocía la existencia de esa teoría y tampoco sabía que ya existen equipos en diferentes gobiernos, por ejemplo el británico, que se dedican al estudio del comportamiento social conocidos como Nudge units, oficialmente Behavioural Insights Team, y cuya misión es aplicar métodos de intervención social para fines públicos deseables.

Una vez conocido esto, creo relevante compartir con ustedes parte del contenido de una publicación científica del año 2011 firmada por la Profesora Schüll del Massachusetts Institute of Technology y por la Profesora Zaloom de la Universidad de Nueva York. El título de la publicación es «La miopía del cerebro: Neuroeconomía y el gobierno de la elección en el tiempo» (The shortsighted brain: Neuroeconomics and the governance of choice in time). El propósito del trabajo de estas profesoras es explorar cómo el cerebro y su tratamiento del futuro llega a ser un terreno de disputa para visiones distintas de cómo deben intervenir los gobiernos en los problemas de la toma de decisiones del ser humano. Asumen que la naturaleza de nuestro cerebro incurre en lo que se denomina «descuento hiperbólico», que básicamente consiste en preferir una recompensa inmediata frente a la espera de una recompensa futura.

Pues bien, llegados a la página dieciséis de este trabajo nos encontramos con la siguiente observación:

Recientemente, el economista conductual Richard Thaler y el politólogo Cass Sunstein han defendido una tesis similar pero más moderada que llaman paternalismo libertario, una variación del gobierno liberal que ha tomado un papel central en la Administración Obama. Los paternalistas libertarios recomiendan alterar la «arquitectura de elección» con la que las personas toman decisiones con objeto de contrarrestar su sesgo miope y propiciar la conducta que sigue el principio de gratificación retrasada (Thaler y Sunstein, 2008). A través de trasladar una porción de la responsabilidad respecto al pensamiento a corto plazo del que toma una decisión al medio ambiente, este enfoque político persigue regular el contexto en el que una persona se enfrenta al conflicto entre valores a corto y largo plazo. Como expondremos a continuación, aunque  los modelos de un cerebro dualista o monista para el proceso de descuento futuro se prestan igualmente a enfoques gubernativos externos e internos, los dos modelos no son igualmente compatibles con las tendencias actuales de gobierno.

Siguiendo el modelo de sistema cerebral dual, un área delta (se refiere al área racional) débil podría ser internamente fortalecida a través de la educación o fármacos creados para persuadir el proceso de valoración de riesgos interno del individuo y así suprimir su contraparte emocional temeraria.

Como pueden ver, un sector de la comunidad científica bendice la tutela de la sociedad a través de la educación o la intervención farmacológica para corregir lo que la naturaleza humana es incapaz de ver.

También he encontrado en la Wikipedia que:

El escritor estadounidense Robert Jay Lifton señala que las publicaciones de Mengele no eran muy distintas de la corriente científica de la época y probablemente hubieran sido valoradas como esfuerzos científicos válidos incluso fuera del ámbito de la Alemania nazi.

Me pregunto hasta qué punto esa parte de la comunidad científica que plantea la intervención educativa o farmacológica sobre la naturaleza del cerebro humano sirve de coartada perfecta para el propósito delirante de una clase política que aspira a controlar la sociedad mediante herramientas grotescas, más propias de la teratología.

Me pregunto por qué el llamado paternalismo libertario, oxímoron imposible que esconde un amable fascismo, propone modificar la arquitectura de elección del cerebro y no propone modificar la arquitectura de elección política, que sería lo natural. También podrían cuestionar la arquitectura bursátil que sirve para financiar productos financieros inexistentes creados por los grandes cerebros bancarios y responsable de graves crisis económicas y sociales.

Estremece ver cómo grandes instituciones académicas, supuesto refugio de la verdad científica, sucumben a las líneas marcadas por una oligarquía política-económica; como también estremece ver que las publicaciones literarias, los medios de comunicación tradicionales y las propias instituciones públicas están todas infiltradas por este nuevo espíritu del poder.

Pero, afortunadamente, los oligarcas pierden el control absoluto de la información, y la conciencia colectiva ya está alerta. Nuestra causa, la lucha por la Libertad política colectiva, resulta cada vez más justificada a los ojos del ciudadano ajeno a la ciencia política.

Ya no es difícil oír hablar en la calle del «sistema» en tono acusatorio y bien contextualizado; intuitivamente el ciudadano va identificando al verdadero enemigo, y cada vez son menos los periodistas de los medios de comunicación tradicionales que gozan de alguna credibilidad para adoctrinar sobre el régimen oligárquico, aunque todavía siguen siendo eficaces para crear en su audiencia el síndrome de indefensión aprendida.

Provoca perplejidad hacer cuenta del desprestigio que han alcanzado las instituciones públicas, por no hablar de los medios informativos oficialistas. Es patética la permanente aparición de esos tertulianos o presentadores de los informativos hablando de lo que no interesa, omitiendo lo verdaderamente importante para el ciudadano. Parecen algoritmos humanoides, ¿les habrán modificado ya su arquitectura cerebral?

Fíjense en que la palabra libertad ha sido excomulgada del vocabulario oligárquico, lo que sin duda nos da una medida del avanzado grado de desarrollo en el que se encuentra el proceso totalitario. 

En fin, no me cabe ninguna duda de que hace tiempo que han empezado con el método educativo a intentar alterar la «arquitectura de elección» del ser humano y tampoco me cabe duda de que utilizarán la farmacología si ello sirve para mantenerlos en el poder bajo el pretexto de corregir la miopía del cerebro.

Tampoco tengo la menor duda de que cualquier política dirigida a alterar la estructura de decisión del cerebro humano, sea el medio que sea empleado, constituye un claro delito de lesa humanidad, y frente a ello solo cabe la firme determinación de conquistar la Libertad política colectiva. Para ello el primer paso es ganar la hegemonía cultural de la sociedad, lo que también incluye a la Comunidad científica.

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