Alcancemos el quórum.

Hace pocos días el profesor Antonio Damasio publicó su último libro, Sentir y saber: el camino de la consciencia.

Este libro forma parte de un trabajo de divulgación científica de su autor que tuvo su comienzo con el libro El error de Descartes, publicado en 1995. Desde entonces, la tesis por él apuntada allí viene siendo confirmada en gran medida por la investigación neurocientífica, consistente en la superación del pensamiento occidental cristalizado con Descartes en la dicotomía «res cogitans» y «res extensa» para afirmar que la mente humana (mente consciente) y el cuerpo al que pertenece son una misma cosa.

Las consecuencias de este postulado son de una trascendencia imposible de abarcar en este momento, aunque sí permite replantear algunos problemas de profundo calado social, en particular, y a lo que a mí me interesa, el alcance de la libertad política colectiva como manifestación biológica del ser humano. Empezaré por indicar que el profesor Damasio da entrada en su último libro al concepto de inteligencia no explícita, entendiendo por tal aquella que no es percibida o tratada por nuestra consciencia, siendo el lenguaje utilizado por esta inteligencia el de los sentimientos.

Efectivamente, los sentimientos son incluso anteriores a las primeras células nerviosas, aparecidas hace unos quinientos millones de años. Antes de esa aparición, los organismos vivos sobrevivían con una inteligencia articulada en rudimentarias percepciones que estimulaban aquellos organismos a evitar una amenaza o a alcanzar una recompensa para la supervivencia.

Una vez desarrollados los sistemas nerviosos hasta llegar a constituir en nuestro caso una mente consciente, el objetivo de sobrevivir sigue siendo el primer instinto, pero acompañado de otro instinto más amplio, consistente en mejorar las condiciones de vida actuales; un impulso que viene siendo denominado como regulación homeostática, cuya manifestación no queda agotada en el medio interno del cuerpo humano, sino que afecta a todos los aspectos socioculturales de nuestra especie.

Asumida la tesis del citado profesor, es fácil entender que la libertad política colectiva es precisamente el rango vital de salud social homeostática para que una nación pueda desarrollar de manera natural su propósito vital, la supervivencia y la prosperidad de sus miembros.

Pues bien, en la parte final de su libro puede leerse lo siguiente:

La aparición y la estructura de los fenómenos sociales y de los singulares instrumentos de la cultura humana deben entenderse bajo la perspectiva del conjunto de fenómenos biológicos que los precedieron y los hicieron posibles. La larga lista de éstos incluye la regulación homeostática , la inteligencia no explícita, el mecanismo de reproducción de imágenes, los sentimientos como traductores mentales del estado vital interno de un organismo complejo, la propia consciencia y los mecanismos de cooperación social. Un poderoso predecesor de estos últimos en la historia de la vida es la capacidad de «detección del quórum» de las bacterias. 

Se sabe que las bacterias tienen la capacidad de actuar de manera organizada entre ellas cuando detectan una amenaza común a su colonia; un claro ejemplo de inteligencia no explícita en un microorganismo. Si consideramos la libertad como un sentimiento, la tesis del profesor Damasio nos puede servir para afirmar que la libertad política colectiva será alcanzada en nuestra nación española cuando la hegemonía cultural alcance el quórum necesario, y por lo tanto, no tiene lógica enredarnos en porcentajes de abstenciones o en cualquier otro cálculo matemático, porque ese momento será sencillamente sentido por el cuerpo social de nuestra nación llegada la hora.

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