Carta a don Antonio García-Trevijano.

Querido, estimado y admirado don Antonio García-Trevijano:

Le comunico que desde que he visto sus vídeos soy otra persona. He perdido la indignación ante la actividad política de España. Ya no reacciono con indignación. Ya no me indigno cuando oigo las noticias: que uno ha pactado, que el otro ha mentido, que el otro ha robado, que han destituido, que han nombrado… ya nada me indigna. Le estaré eternamente agradecida.

Al leer sus libros y visionar sus vídeos he pasado a comprender. ¡Qué paz! Ahora puedo ver las noticias en la televisión sin alterarme. Ahora comprendo. Le estoy muy agradecida.

Usted me ha sacado de la ignorancia política en la que me encontraba. Dice el Dalai Lama que la ignorancia es la causa del sufrimiento. Es cierto, yo sufría. Ahora no sufro, porque ya puedo comprender.

Me dijeron que en España había democracia. Me dijeron que ya había terminado la dictadura. Yo iba a votar con ilusión. ¡Qué alegría!

Pero pasaron los años y algo no iba bien. Hay algo en el interior que te avisa, te advierte, algo está fallando. ¡Ah! Fallan las personas, los políticos. Este político no es honesto… no pasa nada, hay esperanza de que vendrá otro que lo haga mejor. Nada es perfecto. Así vivía yo. Esperando al político honrado. Cada nuevo partido era una ilusión y al poco una desilusión. Y perdí la esperanza y llegó la indignación, que me hacía tanto daño.

Don Antonio, usted me ha dicho que, todo lo que ocurre en España, es normal. Que no puede ser de otra forma. Que todo efecto es por una causa. Y que la causa de la corrupción no son los políticos, que la causa de la corrupción es el sistema.

¿Que es el sistema? Pero, don Antonio, ¡si estamos en democracia!

No, dice el maestro, no estamos en democracia y como no estamos en democracia el sistema que tenemos genera la corrupción.

Habría entonces que luchar por la democracia, pienso. Ahora comprendo, ya no me indigno. Este sistema de partidos estatales genera corrupción, no es Sánchez, ni Casado, ni Abascal, ni Iglesias, ni Arrimadas, ni Rajoy, ni Zapatero… cuántos insultos, cuántas incomprensiones hacia ellos.

Pero, don Antonio, ¿quién va a luchar por la democracia?

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